Amador no despega la vista de la vía. Lleva un ojo en los raíles y otro sobre el panel de control del R-598 que conduce. Es maquinista de Renfe desde hace 32 años y ahora se encarga de conducir uno de los convoyes que circulan por el Eje Atlántico, que realizan el trayecto entre A Coruña y Vigo y viceversa. Conoce el trazado férreo a la perfección pero, pese a todo, no baja la guardia. "Una vía es igual que una carretera, aunque la conozcas, debes estar alerta porque en cualquier momento puede aparecer un obstáculo, un árbol o un animal", explica poco después de atravesar el túnel de Vío, a la salida de A Coruña, mientras conduce dirección a Vigo.

Son apenas 159 los kilómetros que separan ambas ciudades y que los trenes R-598 salvan ya en algo menos de dos horas. La construcción de la doble vía -necesaria para la circulación de los trenes de alta velocidad que enlazarán Galicia con la Meseta previsiblemente en el horizonte de 2015- ha permitido un recorte progresivo de los tiempos del recorrido de hasta 35 minutos. No es la única mejora. La posibilidad de viajar desde A Coruña a Santiago en poco más de media hora, ha convertido al tren en el medio de transporte preferido de los trabajadores que residen en una de las dos ciudades y que acuden a su puesto de trabajo a diario, en la otra.

"En estos momentos el tren ya no tiene competencia en Galicia; desde que se han reducido los tiempos, hemos notado una mayor afluencia de viajeros, muchos de ellos funcionarios", mantiene un interventor de Renfe que prefiere no identificarse. "Hace unos años, los catalanes nos llevaban la delantera; ahora, en cambio, nos envidian por las infraestructuras que tenemos, sin parangón en ninguna otra comunidad del Estado", prosigue.

"Llevamos lo último que hay en España en estos momentos, no existe nada más moderno", ratifica el maquinista Néstor Torres, al frente de otro R-598 que efectúa el trayecto entre Vigo y que tiene A Coruña como destino final.

Es posible que los no iniciados piensen que conducir un AVE es la aspiración de cualquier maquinista. Néstor y Amador desmienten tajantes la falsa creencia. "No envidio los aves; los 598 o los 599 (los dos modelos de convoyes que operan en estos momentos en Galicia), los conducimos nosotros, los dirigimos; en cambio, el AVE está más mecanizado y se podría decir que funciona casi solo", justifica Néstor. "A más velocidad más presión y mayor tensión", corrobora su colega, Amador, poco después de rebasar Uxes.

No obstante, aunque quisieran, ni Néstor ni Amador podrían, de buenas a primeras, guiar un AVE, como tampoco un maquinista de alta velocidad puede ponerse sin más a los mandos de un convoy de media distancia. "Cada vez que cambiamos de modelo de tren es obligatorio que realicemos un curso de capacitación que nos autoriza a llevarlo; además, es importante que conozcamos el trazado que realizamos, tampoco podemos cambiar de trayecto sin más".

Dado que cualquier medida de seguridad es poca, los modernos convoyes que surcan las vías gallegas cuentan con modernos equipos técnicos duplicados. Se pretende evitar que una posible avería afecte al recorrido, al funcionamiento del tren, lo que sin duda redunda en una mayor seguridad para los viajeros. No obstante, para hacer frente a cualquier imprevisto, los maquinistas deben tener conocimientos de mecánica. "En caso de avería tenemos que detectar dónde está el problema para informar al puesto de mando e intentar arreglar, hasta donde podamos, el posible fallo", explica Torres, un maquinista sevillano que recaló en Galicia "por no estar en Madrid", después de estar destinado dos años y medio de servicio en la capital española.

"Lo peor que te puede pasar es quedarte inútil en la vía, que no puedas tirar del tren por una avería y tengan que venir a por ti", coincide con gesto serio el maquinista Amador. "Si ocurre cualquier percance que no podamos resolver desde la cabina y hay transbordar a los pasajeros y remolcar el tren, los retrasos se van acumulando en cadena y ya es imposible recuperar los tiempos", asevera el sevillano.

Atrás quedan Pontevedra, Vilagarcía, Padrón... mientras Néstor Torres, que hace gala de un buen humor envidiable, prosigue su ruta hacia A Coruña al frente de una máquina de poco más de 89.000 kilómetros y 176.000 kilos de peso total. "Conducimos vehículos nuevos" -insiste- "ninguno pasa de los 100.000 kilómetros", dice con la seguridad y experiencia que le dan 26 años de profesión. "Llevo en esto desde los 18", añade acto seguido. Ha conducido mercancías, regionales, trenes de largo recorrido y asevera que no hay comparación entre ellos. "La seguridad la extremamos al máximo, da igual el vehículo que llevemos. No hay que olvidar que nosotros vamos por delante y arriesgamos nuestra vida". ¿Lo mejor de ser maquinista? Néstor no lo duda: "Me gusta la independencia que me proporciona conducir un tren".

Y eso a pesar de que las condiciones meteorológicas de Galicia no son siempre las más favorables para el desempeño de una labor así. "Lo peor es conducir con viento fuerte, con lluvias intensas o con niebla espesa", aclara Amador.

Atrás quedan buena parte de los 159 kilómetros que separan A Coruña de Vigo, y que los R-598 recorren a una velocidad punta de 160 kilómetros que, en dirección a la ciudad olívica se consiguen a la altura de Cerceda, antes de llegar a Santiago. Muy poco después, en Meirama-Cerceda, un ligero repecho hace caer la velocidad al mínimo, hasta los 103 kilómetros hora. En el tramo entre A Coruña-Santiago, además, la finalización de la doble vía ha permitido que los sufridos viajeros ya no tengan que aguantar en vía muerta el paso del convoy que realiza el trayecto contrario. De ahí los escasos 35 minutos que se tarda ahora en recorrer las dos ciudades.

Mientras Néstor continúa su ruta hacia A Coruña, Luis de Isusi, interventor, recorre los tres coches de que constan trenes como los R-598. De Isusi, vasco, de Bilbao, está encantado con el puesto. Anécdotas no le sobran y experiencia, tampoco. Trabajó en Irún, en Bilbao y a bordo de distintos tipos de trenes. "En Galicia se está muy bien, la gente es muy educada y el trabajo y la vida son mucho más tranquilos aquí". Poco tienen que ver los trenes gallegos con el Cercanías de Bilbao en el que trabajó. Un servicio que considera "deshumanizado". "Hacíamos 14 paradas en sólo 14 kilómetros; no teníamos tiempo para nada", cuenta Luis, que habla de los viajeros con el brillo en los ojos de un novato, pese a no serlo.

"A la gente le gusta consultar horarios de llegadas, precios de los abonos. Hablar". Y siempre que puede, ayuda a quien lo precise. Como la vez que una pareja de peregrinos alemanes de regreso a casa se subió en el tren equivocado y agobiados, no vieron el cielo abierto hasta que, al llegar a Vigo, Luis los acompañó hasta la ventanilla donde se hicieron con un billete que les permitió hacer el enlace adecuado, nada menos que en Medina del Campo (Valladolid). Pero no siempre todo es positivo, "a veces hay gente que se esconde en el baño para no pagar. Los menos, pero ocurre", explica.

Ana Prado, como tantos otros usuarios de tren, es estudiante. Cursa estudios de Filosofía en la Universidade de Santiago pero los fines de semana viaja a su casa familiar de Vigo. Le gusta el tren, dice, porque las estaciones se encuentran en el centro de la ciudad. "Aunque tuviese coche, no lo emplearía en este trayecto", asegura. Coincide con ella Iris López, coruñesa, estudiante de Psicología en Santiago. Su reproche tiene que ver con el precio. "Creo que el precio del billete es caro. Con el descuento del Carné Xove nos sale a 4,60 euros el trayecto". Asiente su compañera de estudios, que viaja en el asiento contiguo, Daniela Mosquera . "Además, los R-598 tienen muy poco espacio para las maletas y los revisores nos riñen si las ponemos en los pasillos", recalca Daniela.

Aunque son el colectivo más numeroso, el tren no sólo lo utilizan los estudiantes. Sin ir más lejos, Rafael y Marta lo cogen a diario. Ambos residen en A Coruña pero trabajan en Santiago. "El servicio ha mejorado mucho pero lo ideal es que hubiese una mayor frecuencia de trenes, que se asemejase al Cercanías; así, estoy convencido de que lo utilizaría mucha más gente", reflexiona Rafael. "Creo que mucha gente no va en tren precisamente para evitar esos tiempos muertos de espera en la estación", coincide Marta, que sugiere además que "los servicios de autobús y de tren estén coordinados en las ciudades".

Pese a todo, no todos son parabienes por el servicio de ferrocarril de Galicia. La plataforma Salva o Tren critica que los medios de comunicación sólo reflejen las mejoras en los trenes implantados en el Eje Atlántico pero que silencien "las estaciones que se han eliminado en estos años". "Se han quitado 16 paradas, restan por eliminar 12 y solamente quedaran nueve", dicen y explican que "ésta es una de las grandes razones por las que los tiempos de viaje se han reducido". "La modernización de los trenes no es la única razón de la disminución del tiempo, la razón de más peso es la progresiva desaparición del servicio entre las grandes ciudades", prosiguen. "¿Qué es más tercermundista, tener un servicio precario o un servicio moderno que para sólo en las grandes ciudades y sólo por reducir un 20% el tiempo total". Y vaticinan agoreros: "a este paso, el tren que asegura movilidad interna, desaparecerá".