Son reclusos que cumplen condena fuera de prisión. Cada noche, su casa se convierte en una celda. Y una pulsera o tobillera electrónica que le conecta con Instituciones Penitenciarias, en su particular carcelero. El Ministerio del Interior controla con este dispositivo que permite dormir fuera del centro penitenciario a un total de 2.024 presos de los casi 10.000 en régimen abierto. Los beneficiarios son reclusos con buen comportamiento y que han demostrado su capacidad de reinsertarse, por lo que la junta de tratamiento del penal ha informado favorablemente al régimen de semilibertad. Este perfil les permite cumplir desde sus casas el final de la pena a la que han sido condenados y que dependiendo de la gravedad del delito puede ser desde meses hasta años. En las prisiones gallegas, el 26,8% de los internos en tercer grado (125 de 465) disfrutan en la actualidad de este sistema de vigilancia telemática. O lo que es lo mismo, Prisiones aplica el régimen abierto -terceros grados, pulseras electrónicas, ingresos en comunidades terapéuticas o pisos tutelados- a uno de cada diez reclusos en España. Y a dos de cada cien les permite dormir en casa controlados vía electrónica.

A la hora de aplicar este régimen de semilibertad, no influye ni el estado civil del recluso, ni el delito por el que fue condenado o la duración de la pena. Se trata de una medida voluntaria que la junta de tratamiento del penal evalúa a petición del propio interno. Un beneficio penitenciario al que intentan acceder la práctica totalidad de los presos en tercer grado con un trabajo fuera de prisión o con alguna carga familiar. Los reclusos con pulsera electrónica están controlados cada día durante ocho horas. "El sistema suele activarse por la noche, pero se adapta al horario laboral del interno. Es decir, si el recluso trabajase en un turno de noche, el sistema se activaría por la mañana esas ocho horas", aseguran fuentes penitenciarias.

Pero la vigilancia telemática no es permanente. Los internos pueden quitarse el dispositivo de control tanto los fines de semana como durante los 48 días de permiso al año a los que tienen derecho.

La pulsera electrónica es una especie de reloj negro. Sin cristal ni manecillas. Gracias a este sistema de control telemático, en la actualidad un total de 125 presos en tercer grado en Galicia cumplen condena en su domicilio, vigilados por pulseras o tobilleras electrónicas. El Centro de Inserción Social (CIS) de A Coruña concentra el mayor número de internos en régimen de semilibertad. De los 190 internos en tercer grado, un total de 56 -el 29,4%- pasan la noche en su casa controlados a distancia. En el CIS de Vigo, son 38 de los 154 penados en tercer grado los que están sometidos a este control. Las 31 concesiones restantes del dispositivo electrónico en Galicia se reparten entre el penal ourensano de Pereiro de Aguiar (20) y el centro penitenciario de Bonxe, en Lugo (11). En la prisión lucense de Monterroso, de la veintena de internos en tercer grado ninguno duerme en su domicilio controlado con pulsera telemática ya que es un centro en el que la mayoría de la población reclusa no es de la comunidad autónoma.

El dispositivo de vigilancia a distancia comenzó a aplicarse en España hace ya diez años, pero no fue hasta la reforma del Código Penal de octubre de 2004 cuando Instituciones Penitenciarias decidió potenciar las medidas alternativas a la cárcel para aquellos casos en los que el delito cometido no fuera grave ni generase alarma social.

La televigilancia consiste en una pulsera o tobillera que emite una señal a un sistema electrónico conectado por teléfono al centro penitenciario y a Instituciones Penitenciarias. El sistema está en el teléfono del domicilio del recluso y tiene un radio de acción de modo que sólo recibe la señal del dispositivo electrónico si el recluso está en casa.