En una de las comunidades con una mayor esperanza de vida, qué paradoja, la carrera laboral acaba mucho antes de lo que se espera y legalmente está establecido. Una muy mala combinación para asegurar el futuro de la economía si, como ocurre, no existe relevo generacional. ¿A qué años se emplean los gallegos por primera vez? En general, entre los 25 y los 29. Y, ¿cuándo dejan de estar ocupados? Pues, de media, entre los 50 y los 55 años. El debate sobre la edad de jubilación es especialmente importante para Galicia ante la elevada tasa de retiros anticipados y, sobre todo, con una pirámide poblacional cada vez más desequilibrada. Es la pescadilla que se muerde la cola. Un mercado de trabajo débil que agrava su cojera con el constante envejecimiento.

Con cada renovación de las cifras del censo, Galicia registra un aumento entre el número de mayores y, prácticamente en la misma proporción, un recorte entre las franjas más jóvenes. De los 2.796 millones de personas empadronadas en la comunidad, más de un 22% superan los 65 años. Un porcentaje superior incluso en la radiografía de las provincias de Lugo y Ourense, tradicionalmente más envejecidas, con un 28% y un 29%, respectivamente. Hay casi tantos gallegos en edad de jubilación como los que van entre los 45 y los 64 años, mientras que los menores hasta 15 años representan tan solo el 12% de la población a 1 de enero de 2010, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).

Aunque a partir de 2009 la tendencia se aminoró, lo cierto es que desde los años 70 se venía experimentado en la comunidad un fuerte decrecimiento de las tasa de participación laboral entre los trabajadores de más de 55 años, según consta en el último informe elaborado por la Consellería de Traballo y Benestar sobre la incidencia del envejecimiento en el mercado laboral con datos de 2008. Alrededor de un 52% de los hombres entre 55 y 64 años está ocupado. En el caso de las mujeres, un 31%. La media, del 41%, está muy lejos del 50% recomendado por las autoridades europeas, especialmente entre el colectivo femenino, que, según los expertos, debería centrar parte de las prioridades en las políticas de mantenimiento en la oferta de mano de obra y garantizar su empleabilidad.

Del otro lado de la balanza está, o debería estar, la población juvenil, que arrastra una posición desfavorable en el mercado laboral de siempre y que además supone uno de los sectores más azotados por el paro con la actual crisis económica. Hasta el punto de que son los 394.000 gallegos de entre 45 y 54 años los que soportan gran peso de la productividad de la economía autonómica.

Y eso, pese a que estadísticamente, ante la evolución del mercado laboral gallego en los últimos años, están a las puertas de jubilarse. El currículo profesional en la comunidad no se alarga más de 30 años. Es decir, que un trabajador en Galicia está ocupado alrededor de un tercio de su vida y otros 25 años depende de una pensión.

Las propias cifras del desempleo son un reflejo del envejecimiento. El número de parados en Galicia en septiembre, 216.095, creció un 7,8% en comparación con el mismo mes del ejercicio anterior. De ellos, 83.125, la cifra más elevada, tienen más de 44 años, con un incremento interanual del 8,75%. A esa edad, y conforme avanza, aumentan también las dificultades para insertarse de nuevo en el mercado, con lo que el sistema acaba creando desempleados crónicos, de larga duración.

El volumen de afiliados a la Seguridad Social en la comunidad, de cotizantes que aportan a la caja de las pensiones, apenas supera el millón. Concretamente, 1.020.300. Un dato que se resiste a crecer ante la delicada coyuntura económica. En cambio, el número de pensionistas no da tregua y son ya 721.761.

Durante los años de bonanza, y pese a que la entrada de extranjeros en Galicia nunca llegó a alcanzar los niveles de otras comunidades consideradas más ricas, el fenómeno de la inmigración permitió cierto alivio al mercado laboral y compensar la salida de mano de obra joven autóctona hacia otras regiones. Incluso, se ha vivido un ligero rejuvenecimiento de la pirámide de la población y de la tasa de fecundidad. Pero los analistas y el informe de la Consellería de Benestar de Traballo son muy tajantes: lejos de ser una "solución efectiva", la entrada de foráneos lo que ha hecho es atrasar los efectos del envejecimiento en el mercado laboral gallego.

Las conclusiones ante este panorama demográfico son contundentes, y vienen a incidir en las consecuencias que se vislumbran con la última proyección del INE para la población gallega en 2010, con una pérdida de más de 44.200 habitantes. La comunidad no cuenta con una renovación generacional. El colectivo de entre 40 y 60 años no cuenta con el respaldo del siguiente corte en la pirámide, los ciudadanos entre 15 y 39 años. Si bajamos todavía más en el escalón, aparecen datos muy llamativos. Los menores de entre 10 y 14 años representan la franja de edad menos numerosa entre toda la población, 103.227, con las únicas excepciones de los que van de los 80 a los 84 años y los mayores de 85. Justo por detrás están los niños de entre 5 y 9 años, algo más de 107.000; y los que están por debajo de los 4 años, 110.700.

El Instituto Galego de Estadística (IGE) también tiene sus propias proyecciones, más allá del 2020. ¿Qué panorama demográfico le espera a Galicia a mitad de este siglo? Previsiblemente, en 2051, la población con más de 65 años superará el 35%, con un 12,5% de mayores de 80 años y solo un 12% de menores de 14. En paralelo a los problemas para el mercado laboral se añade el aumento del índice de dependencia, tanto económicamente -el sustento de las pensiones- como desde el punto de vista social y de las necesidades sanitarias. Dos factores, en definitiva, que necesitan de los ingresos públicos para sostenerse en un momento en el que la población activa será menor a la que actualmente hay.

Por eso los expertos advierten de un "índice de recambio de la fuerza de trabajo deficitario" en el futuro. En 2020 llegarán los primeros efectos visibles, cuando se alcance la edad de jubilación de los gallegos que nacieron en el famoso baby boom que se inició en los años cincuenta y se prolongó hasta mediados de los setenta.