El Instituto Nacional de Estadística ha pronosticado que Galicia perderá en los próximos diez años 44.246 habitantes y que sólo la entrada de inmigrantes paliará, aunque solo en parte, el descenso de la población, que tendría que ser mucho mayor dado que durante la próxima década se producirán en la comunidad gallega 108.211 más defunciones que nacimientos.

¿Se puede cambiar esta tendencia? La respuesta dada por los expertos consultados es contundente: la situación es "irreversible" y Galicia avanza hacia su "suicidio poblacional" porque es incapaz de garantizar su regeneración demográfica. "La situación es muy grave", sostienen.

La sentencia parece catastrofista, pero la justifican. El crecimiento poblacional de la primera década de este siglo se produjo básicamente debido a la entrada de inmigrantes y aunque ahora el índice de natalidad por mujer en edad fértil es ligeramente superior, el número de familias con capacidad para tener hijos es mucho menor que hace años. Así que aunque ahora se produjera un boom de nacimientos que reventara las estadísticas, algo que no sucede ni por asomo, no sería hasta dentro de treinta años, al adquirir la posibilidad de procrear, cuando se notaran los efectos.

Por lo tanto, la evolución seguirá siendo la de perder población. "Las tendencias son muy difíciles de cambiar. El actual modelo demográfico es irreversible", sostiene el profesor de Análisis Económicos de la Universidade de Santiago Melchor Fernández, cuya aseveración es compartida también por el geógrafo José Antonio Aldrey y el profesor de Geografía Humana Carlos Ferrás.

Como darle la vuelta a la evolución demográfica resulta imposible, toda las medidas que se puedan adoptar serían encaminadas a "suavizar el declive" poblacional de Galicia, pero no detenerlo, y mucho menos en un periodo de grave crisis como el actual cuyas consecuencias repercutirán durante los próximos años.

La única manera de intentar revitalizar la población, algo en lo que coinciden los tres profesores, sería diseñar una economía con una mayor tasa de actividad y productividad. Eso por sí solo, crearía empleo y convertiría a Galicia en una tierra atractiva para el asentamiento de la población. Pero claro, en diseñar modelo económicos más productivos ya se ocupan los gobiernos, pero los resultados no son siempre los deseados.

"Detener el descenso de la natalidad es inviable. La sangría demográfica es irreversible", asegura Aldrey, para quien conviene ya desde ahora abrir un debate "en profundidad" sobre la forma en que se deberá atender a la población envejecida dentro de una o dos décadas.

Inmigración

Un fórmula podría ser la entrada de inmigrantes, aunque para ello la comunidad gallega tendría que ofrecer buenas perspectivas laborales, y otra, la subida de los impuestos para garantizar el Estado del Bienestar.

En todo caso, advierte que los pronósticos demográficos no aciertan siempre y que en el caso gallego, podrían errar.

"El panorama es muy negro. Galicia camina hacia un proceso de suicidio demográfico porque es incapaz de garantizar su regeneración", asegura Carlos Ferras. Para este profesor, el envejecimiento no solo supondrá un mayor gasto para atender a la población dependiente -algo de lo que se ocupará el Estado en su conjunto y los mecanismos de solidaridad-, sino la pérdida de empuje, creatividad e iniciativa de la economía gallega, que a su vez, en una especie de bucle, impedirá a Galicia ser atractiva para captar población de otros territorios.

Por eso, Carlos Ferrás considera que ha llegado el momento de "reinventar" Galicia y diseñar un modelo económico que tenga claras las preferencias y estimule el empleo, lo que a su vez, revitalizará la demografía. "Es el momento de tomarse esto en serio", sentencia.

Melchor Fernández coincide también en que es hora de replantearse el modelo económico de Galicia para dirigirlo hacia actividades más productivas, ya que es la única forma de ganar población, aunque es consciente de que la empresa no resulta fácil. "El problema es grave, sin llegar a ser alarmante, pero sí es grave y no solo de hoy", asegura este economista.

Cuanto mayor sea el declive poblacional, mayor será su impacto en la economía, que también mermará, pero para intentar la recuperación demográfica, hace falta una actividad económica intensa. Ésta es la receta de Melchor Fernández, que admite la dificultad de salir de esta especia de bucle.

La principal ayuda que concede el Gobierno gallego a la natalidad se mantiene prácticamente invariable de que se implantó en la etapa de Manuel Fraga al frente del Ejecutivo autonómico. Se trata de un pago anual de 360 euros durante los tres primeros años para las rentas inferiores a 22.000 euros y de 300 euros para las que oscilan entre los 22.001 y los 31.000 euros.

A este incentivo se suma una deducción fiscal -con límite de renta- de 200 euros para los contribuyentes que por motivos de trabajo deban dejar a sus hijos menores de tres años al cuidado de una persona que esté de alta en la Seguridad Social o en escuelas infantiles. Pero para ello, la renta familiar no debe exceder los 31.000 euros o, si la declaración es individual, los 22.000.

La ayuda más cuantiosa la ofrecía el Gobierno central, el llamado cheque bebé, que reportaba a los padres 2.500 euros por el nacimiento de un hijo, pero este medida se ha suprimido por los recortes obligados por la crisis.