Galicia, uno de los pueblos emigrantes por antonomasia -casi la cuarta parte de los españoles que viven en el exterior están vinculados a esta tierra-, comienza, sin embargo, a mirar con suspicacia a los extranjeros que acuden a buscar una oportunidad dentro de sus fronteras. La crisis tiene que ver. Así lo cree Santiago Camba, secretario xeral da Emigración, quien relaciona el descenso de la percepción positiva hacia los inmigrantes con "las peores condiciones económicas que sufre la sociedad". Y es que en solo un año, los gallegos que consideraban la inmigración como un fenómeno "positivo" para la economía del país han caído desde un 64% hasta la mitad: el 34%. De hecho un 47% de los ciudadanos opina que los inmigrantes "tienen más derechos que los gallegos". Los extranjeros no comparten esas conclusiones. Un 63% cree que su presencia es buena para la economía del país y solo cuatro de cada cien dicen sentirse con más derechos que los nativos.

Los datos, extraídos del Barómetro de Migracións presentado ayer por Santiago Camba, muestran que el porcentaje de quienes argumentan que los inmigrantes "colapsan" los servicios sanitarios se ha incrementado en el último año cuatro puntos y se sitúa en el 11%. Las apreciaciones de los residentes españoles en la comunidad son más generosas cuando se refieren a los niños. Más de la mitad de la población entiende que la presencia de estos menores en las escuelas de la comunidad es un "hecho positivo".

En general, la percepción de los ciudadanos gallegos con respecto a la inmigración está sesgada, como resaltó ayer el secretario xeral da Emigración, quien señaló que una buena parte de los nativos residentes en Galicia calculan "muy por encima de la cifra real". Así, por ejemplo, cuando se trata de valorar cuántos inmigrantes hay en Galicia, los gallegos opinan que el número es "alto" o "muy alto" en el 60% de los casos frente al 13% aportado por los propios protagonistas. Pero la comunidad gallega no se encuentra entre los destinos más apetecidos por los inmigrantes. Solo se contabilizan unos 110.000, apenas la décima parte de los establecidos en Madrid o Cataluña, y durante el último año, como asegura Camba, salieron de la comunidad 6.000 inmigrantes y solo entraron 4.000.

Por otra parte, el 39% de los gallegos se muestra de acuerdo con que la inmigración es positiva para el desarrollo del país -los extranjeros que piensan lo mismo superan el 70%-. No obstante, para el 57% de los gallegos el colectivo de visitantes está "poco" integrado. Del otro lado, solo 11 de cada cien inmigrantes opinan que la integración es un objetivo que no han logrado alcanzar.

Difieren de nuevo las dos perspectivas en señalar qué requisitos deben tener los inmigrantes para quedarse en Galicia. El 44% de los oriundos apuestan por el trabajo como factor determinante, mientras que los no nativos creen que debería bastar con la residencia o que la regularización fuese automática. Tres de cada diez gallegos, empero, no son partidarios de que se sigan haciendo regularizaciones.

Además, mientras los gallegos presumen de tolerancia y de amabilidad en el trato hacia los no naturales del país en un porcentaje que no comparten los afectados, estos opinan, en más de la mitad de los casos, que se les trata de "manera diferente".

Pese a las divergencias de criterios, gallegos e inmigrantes se tratan y se conocen. Así lo declaran el 57% de los nativos. Trabajo, amistades y lugares de ocio ocupan los primeros puestos en la percepción de los inmigrantes como lugares de interacción con los nacidos en España. Para los gallegos, el trabajo y el vecindario serían los entornos en los que tendrían mayor trato con los inmigrantes.

Con respecto a la pregunta relativa a la relación de los unos con los otros, en el año 2011, tal y como explicó ayer Camba, se constata que las personas extranjeras consideran que la relación con los españoles fue peor que antes en un 22%, mientras que en el año 2010, el porcentaje era del 12%. Por su parte, los gallegos opinan, al menos un 8% de los encuestados, que la relación fue peor en el último año. En 2010, este porcentaje se reducía a la mitad.

Camba señaló que el número de inmigrantes baja en Galicia porque algunos se van. Sobre todo son hijos y nietos de gallegos en Sudamérica, explica. La crisis de sus respectivos países de acogida los trajo a Galicia, y la coyuntura económica que ahora amenaza a la comunidad provoca que vuelvan a hacer las maletas y crucen de nuevo el Atlántico desandando el último paso.

La otra gran protagonista del Barómetro de Migracións 2011 fue la diáspora, es decir, los gallegos emigrados en el exterior. Solo uno de cada cinco contempla el retorno como una posibilidad real, casi siempre como opción para el retiro. La cifra sube hasta el 50% si se habla de un retorno temporal -casi siempre por razones "familiares"-. Esos aspectos, explicó Camba, deben ser tenidos en cuenta en la Lei de Retorno que prepara la Xunta. Tras su análisis por la asesoría jurídica, el Gobierno aspira a que la norma entre "pronto" en el Parlamento gallego, porque ya se encuentra "ultimada". En ella, explicó, se definirá el concepto de gallego retornado y qué plazos se requieren para que sea considerado de ese modo, así como las repercusiones sobre sus descendientes. Se trata, enfatizan desde el Ejecutivo, de un tema "de plazos y de tiempos".