La vuelta al rural se ha convertido en una opción atractiva y barata para familias asfixiadas por el paro, la crisis y el elevado coste de vivir en una gran urbe. Pero a pesar de esta aparente reconciliación con el campo y la vida rural, la Galicia interior y algunas zonas de la costa siguen perdiendo población. Centenares de aldeas abandonadas se reparten por la geografía gallega, un fenómeno del que apenas se salvan ya 111 concellos. Pero la mayor amenaza no son los 1.408 núcleos deshabitados que, según los últimos datos del INE, existen en Galicia, sino los 2.052 que sobreviven con uno o dos habitantes. En total, 3.460 pueblos están abandonados o a punto de morir, una cifra muy importante incluso para una comunidad que aglutina a más de la mitad de los núcleos de población del país. Y es que una de cada diez poblaciones gallegas ha sucumbido ya al abandono o está a punto de hacerlo.

Lugo, con 611 aldeas abandonadas, es la provincia más afectada. De hecho, en un solo año sumó otras 20 aldeas vacías y apenas seis de sus 67 municipios (Burela, Meira, Pedrafita, Rábade, Riotorto y Triacastela) conservan todavía habitados todos sus núcleos.

Pero la despoblación hace tiempo que no se ceba solo con la Galicia interior. A Coruña concentra otros 540 núcleos vacíos y los dos concellos con más aldeas deshabitadas: Ortigueira, con 104,y As Pontes, con 75. Pese a todo y tras años sumando nuevas aldeas a la lista de abandonos, los últimos datos del INE revelan un cambio de tendencia en la provincia, ya que a 1 de enero de 2011 se contabilizaron 19 núcleos vacíos menos que un año antes. La explicación hay que buscarla en Narón, un concello en el que, según el nomenclátor de 2010, había 30 pueblos sin habitantes pero que, tras la revisión de 2011, aparece con solo cuatro. María José Yáñez, responsable municipal de Estadística, atribuye el dato a que Narón está inmerso en una revisión de la demarcación municipal y además está adaptando los nombres de sus núcleos a la normativa de toponimia, dos procesos que explicarían la desaparición de estas aldeas.

En cuanto a Ourense, es la provincia que mejor resiste el abandono, con 122 aldeas vacías, cuatro más que en 2010. De hecho, es la única en la que los municipios con todos sus núcleos ocupados (51) superan a los que han perdido al menos una entidad (41). Y en Pontevedra, tras siete años sin cambios en su relación de aldeas vacías, el abandono se ha acelerado y solo desde 2008 una quincena de pueblos se han unido a la lista (tres de ellos en 2010) pasando de los 120 que había entonces, a los 135 actuales. A pesar de este panorama, lo cierto es que las 1.408 entidades gallegas que no tienen ningún habitante solo son siete más que las que había a principios de 2010 debido a una moda cada vez más popular: la repoblación de pueblos vacíos. Y es que en el año analizado, 75 núcleos perdieron a su último habitante pero otros 68 que a principios de 2010 constaban como abandonados ya no lo están. Una revitalización clave para evitar la desaparición de más pueblos.

Si la crisis ha hecho que comprarse un piso ya no esté al alcance de cualquiera, adquirir una aldea puede resultar, paradójicamente, mucho más asequible. Pueblos enteros en el interior de la comunidad pero también en zonas de costa se venden por menos de lo que costaría una hipoteca media en cualquier ciudad. Páginas como www.aldeasabandonadas.com ofrecen un extenso abanico de aldeas, compuestas por solo dos construcciones y una pequeña franja de terreno o conjuntos de seis o siete viviendas con finca. De la veintena de núcleos que vende esta web en Galicia el más barato cuesta 55.000 euros aunque en algún caso se ofrece también la opción de comprar una sola casa, por 15.000 euros o menos. Muchas de estas gangas, con todo, tienen truco. Y es que en los pueblos fantasma de Galicia hay casas intactas pero también otras que llevan décadas abandonadas y solo conservan parte de la estructura, lo que dispara los costes. En el caso de la aldea de Ferreira, en Lugo, lo que encarece es el tamaño. El conjunto a la venta, compuesto por cinco casas, cuatro edificios con cuatro viviendas cada uno, iglesia y hasta un parque infantil, se oferta por 600.000 euros como un emplazamiento "ideal para una ecoaldea para 21 familias".

En plena crisis inmobiliaria estas ofertas se han hecho un hueco en el mercado y son cada vez más los inversores, sobre todo extranjeros, interesados. Desde aldeasabandonadas.com apuntan que debido a la crisis ha cambiado el perfil de comprador, antes interesados en rehabilitar con fines turísticos y ahora, particulares con recursos que buscan un lugar tranquilo como segunda residencia o incluso como vivienda habitual. En su día la Xunta de Fraga también se planteó el problema de los pueblos abandonados como una oportunidad de negocio y buscó inversores dispuestos a apoyar proyectos para devolver la vida a estos núcleos. La iniciativa no cuajó pero hoy gracias a internet y a la mediación de las inmobiliarias la venta de aldeas es un negocio rentable.