Nuevas hazañas del héroe de Perejil. Ahora, en el océano Indico. Nos preguntábamos por el paradero de la flota de guerra que debería estar defendiendo la costa gallega desde que se inició la crisis del Prestige, y ya lo sabemos. Navegaba por aguas lejanas en misiones subalternas de los intereses norteamericanos. Mientras los marineros gallegos se aprestaban, un día más, a luchar contra la marea negra, con las solas armas de sus útiles de pesca, los sofisticados navíos que pagamos con nuestros impuestos jugaban a la guerra.

La fragata Navarra, el buque de apoyo Patiño y un helicóptero del Ejército del Aire asaltaron un mercante norcoreano, que transportaba misiles para el gobierno de Yemen del sur. Hubo disparos previos y operaciones de comando con soldados deslizándose por unas cuerdas. Afortunadamente, no tuvimos que lamentar desgracias personales y una gaviota que apareció inmóvil, no estaba muerta, como se temió en un principio, sino conmocionada, ya que pudo levantar el vuelo en cuanto se acercaron a interesarse por ella.

No dicen las crónicas si esa gaviota era propia del lugar o se trataba de la gaviota del PP, aunque dado su grado de aturdimiento cabria sospecharlo. Todo muy espectacular y fulminante, pero también muy ridículo, porque horas después de anunciarse esta nueva hazaña al mundo, el gobierno de los Estados Unidos ordenó devolver las armas incautadas, sin dar siquiera las gracias por la colaboración prestada. El lamentable incidente, que pone al descubierto, nuevamente, las vergonzosas cesiones de la soberanía nacional pudo muy bien haber sido ocultado a la opinión pública por las autoridades españolas. Una falsedad más no hubiera sorprendido a nadie.

Afortunadamente, el asunto no competía a los departamentos de Rajoy, ni de Álvarez-Cascos, ni de Cañete, sino al de don Federico Trillo Figueroa. Del señor Trillo se puede decir lo que se quiera, pero tiene la virtud de traslucir todo lo que lleva dentro, sea eso lo que fuere. En medio de la crisis de credibilidad que aflige al gobierno de la nación, le debió parecer una gran idea dar una rueda de prensa para informarnos de que, por fin, algo se estaba haciendo bien. No será esta, desde luego, la más alta ocasión que vieron los siglos, como dijo Cervantes, refiriéndose a la batalla de Lepanto, pero si una de las más ridículas.

Tampoco dijo esta vez don Federico aquello tan poético de " al alba y con viento de Levante", aunque la operación se desarrolló igualmente al amanecer. Pero, su parlamento en inglés con una fonética murciano-cartagenera, fue anonadante. Oírle pronunciar, en medio del chapurreo, "infantiría de murina", como si fuese un turista tejano hablando en español, hubiera resultado de una comicidad irresistible, en otra ocasión en la que no estuviera en juego la dignidad nacional. Porque, aunque no se lo crean los que han hecho desaparecer el Estado desde el Gobierno, la dignidad nacional existe. ¿Cómo puede un buque llamado Patiño estar lejos de Galicia, ante una tragedia como la que estamos viviendo?