"Has intentado hacer algo en un móvil con unos guantes puestos, pues eso es lo mismo que nos pasa a nosotros". Esta es la respuesta de uno de los integrantes de los Tedax de A Coruña que está embutido en el traje protector de explosivos, tras la pregunta del periodista de si no llevan guantes. "Siempre trabajamos con las manos desnudas", afirma con una sonrisa en los labios.

"Hace 30 años las herramientas de los Tedax eran unos alicates, unos ganchos, unas cuerdas y poco más. Ahora contamos con material mucho más avanzado, pero ya ves que al final llevamos las manos desnudas", comenta uno de sus compañeros, que le ha ayudado a colocarse el traje. Es imposible ponérselo una sola persona.

El traje del desactivador está compuesto de tejidos ignífugos, blindado con kevlar y pesa, junto con el casco, más de 30 kilos. Hacen falta dos personas para ponérselo y con él la movilidad es bastante reducida. Resiste pequeñas explosiones a corta distancia y es muy útil para proteger al desactivador de la metralla. "El traje funciona, sobre todo, cuando te alejas y te acercas al artefacto. Lo usamos para hacer algo concreto y retirarte, porque pesa mucho y estar metido en él durante mucho tiempo es complicado", reconoce uno de los integrantes del grupo. "Lo bueno del traje es que si explota la bomba te va a amortiguar en la caída", intercede con una sonrisa uno de sus compañeros.

"Cuando llaman avisándote de una posible bomba te cambia el cuerpo, te suben las pulsaciones y ya piensas como un artificiero", relata uno de los más veteranos. Tras recibir la llamada, se dirigen al lugar para evacuar la zona, acordonarla y establecer un perímetro de seguridad. "El principal objetivo es la seguridad de nuestros compañeros y después minimizar los daños materiales. Buscamos evitar que explosione el artefacto para poder recuperarlo. Todos dejan su firma", relata el máximo responsable del grupo. "Si quieres recuperar las huellas y encontrar a los malos arriesgas un poco más para desactivarlo, pero siempre dentro de un límite", explica otro Tedax.

"El escenario lo marca todo", intercede su compañero. Tras localizar el artefacto, comienzan a estudiar el lugar. "Antes de actuar hacemos muchas valoraciones y se planifica cómo se va a realizar la operación", relata J.P.R. Las medidas para intentar desactivarlo se van escalonando. Primero, si es posible, se utiliza el robot, que se mueve por control remoto a través de un ordenador portátil. Cuenta con un brazo articulado hidráulico y está equipado con una cámara. Después es el turno del artificiero.

Una de las actuaciones que mejor recuerdan fue la de agosto de 2004 cuando ETA colocó dos bombas en Galicia: una cerca del castillo de San Antón, en A Coruña, y otra en la Alameda de Santiago. A las 11.30 de la mañana se recibió el aviso de la colocación de los dos artefactos. El de A Coruña no se encontró hasta las tres de la tarde.

"En esos días estábamos doblados. Una parte del equipo estaba en A Coruña y otra en Santiago. Veníamos de una campaña de bombas de ETA en Asturias y Cantabria y estábamos preparados", recuerda uno de los artificieros que participó en el operativo. "La de Santiago la detonamos sin provocar ningún problema, pero a la de A Coruña le falló el temporizador y no explotó. Recuerdo que se tardó mucho en localizarla. Estaba en un tupper, dentro de una bolsa de plástico escondida entre unas piedras. Al final, todo salió bien", rememora.