El número de ganaderías dedicadas a la cría del porco celta en Galicia supera ya las 350, y desde el año 2009 el censo de animales reproductores creció en un 9%. Una de las razas autóctonas que estuvo en peligro de extinción y a punto de desaparecer está hoy reconocida por la calidad cárnica de sus productos, que se aprecia en el interés que despertó en los últimos años. En las granjas repartidas por toda la comunidad -concentradas sobre todo en A Coruña y Lugo- se crían unos 4.000 cerdos al año y la cuarta parte se destina al plan de comercialización industrial como marca registrada, según destacan desde la Asociación de Criadores de Ganado Porcino Celta.

El director de la organización, José Antonio Carril, señala que las expectativas de crecimiento de la producción de porco celta para los próximos cuatro años está en alcanzar los 10.000 ejemplares. Aunque no es suficiente para satisfacer la demanda explica que en este caso hay que plantearse objetivos "reales" debido a que es una raza ligada al medio y al territorio, por lo que se debe hacer "un aprovechamiento sostenible y mantener un equilibrio ecológico".

Fieles al dicho mejor calidad que cantidad, en Asoporcel apuestan por "mucha calidad aunque sea a costa de poca cantidad", porque son conscientes de que los montes gallegos tienen una extensión limitada y se caracterizan por ser fincas de minifundio, peculiaridades que complican acelerar demasiado el ritmo de producción a corto plazo. "No es fácil abrir el mercado 100 veces más de lo que hay", indica Carril. Por eso abogan por seguir trabajando con "optimismo" pero con "cierta lentitud" para aumentar el número de ejemplares.

El aumento de la demanda por parte de la industria agotó las existencias de los últimos años y de ahí surge la necesidad de abrir el mercado para obtener más cerdos registrados para ese fin, ya que muchos se destinan solo para autoconsumo. A nivel industrial se consumió hasta el nivel de producción y "se habría sacrificado el doble de ejemplares si los hubiese". La calidad demostrada de su carne por su crianza en sistemas extensivos al aire libre junto con la garantía de seguridad alimentaria ha convertido al porco celta en objetivo diana del consumo de productos delicatessem y diferenciados por parte de clientes con un elevado poder adquisitivo. Carril destaca también la labor de estos animales en la limpieza de los montes porque actúan como "máquinas desbrozadoras" y ayudan a prevenir los incendios y a atajar las plagas que afectan al monte gallego.

El interés por el porco celta ha traspasado fronteras y en 2010 un grupo de empresarios japoneses dedicados a la importación de productos cárnicos de distintos puntos del mundo contactó con criadores de la especie autóctona gallega para dar a conocer el manjar en el mercado nipón y comenzaron las negociaciones para la importación de 500 kilos de carne al mes. Esta primera demanda se hizo más ambiciosa y los japoneses exigían unos 200.000 kilos al año. El ritmo de producción impidió que la exportación se llevase a cabo porque cumplir el deseo de los nipones suponía dejar al mercado gallego desabastecido. Pero indican que las puertas están abiertas para cuando haya más ejemplares.