La confirmación de que Parrula, una res de cinco años criada en una parroquia del concello lucense de Carballedo, había muerto a causa de la variante bovina del Creutzfeldt-Jakob, el popularizado como mal de las vacas locas, provocó una crisis sin precedentes en el consumo, alimentada por la enorme polémica que llegaba de otros países, sobre todo del Reino Unido, y el temor de contagio humano a través de la carne infectada. Fue entonces cuando Bruselas prohibió los piensos de origen animal, la raíz de la Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB).

A punto de cumplirse 13 años de ese 22 de noviembre, la fecha en la que Parrula se convirtió en la noticia del día en toda España, el antes y el después del uso de este tipo de proteínas para los rumiantes se mantiene como la principal criba ante el importantísimo cambio de criterios adoptado por la UE en el control de la enfermedad. Solo aquellos nacidos antes de la fecha en la que se vetaron los piensos y que estén destinados a consumo humano seguirán pasando un análisis, lo que ha provocado "prácticamente el desmantelamiento" del servicio de supervisión en Galicia, concentrado en el Laboratorio de Sanidade e Producción Animal ubicado en Lugo y uno de los de referencia para todo el país, según aseguran fuentes cercanas al centro.

La Consellería de Medio Rural no habla en ningún momento del fin del servicio. Pero sí admite un giro de 180 grados en la actividad. Los test de EEB ya solo son necesarios para los animales que van a entrar en la cadena alimentaria cuando sean mayores de 48 meses, con un "sacrificio de urgencia" o si padecen alguna patología, o aquellos nacidos antes del 1 de enero de 2003 -cuando se frenaron los piensos de origen animal- que vengan de explotaciones en la que se detectó algún caso positivo. "Esta medida -explican en el departamento que dirige Rosa Quintana- supone evitar el muestreo de 80.000 bovinos". Y añaden que actualmente lo que se hace es revisar las 16.000 muestras pendientes "de animales muertos en el año 2012".

"La medida establecida supone una reducción de costes y analíticas y, al tiempo, este cambio de programa de vigilancia permite reestructurar los turnos del personal de las empresas de trabajo temporal, que pasa de trabajar por las tardes a trabajar por las mañanas, al no ser necesario disponer de forma inmediata de los resultados de las pruebas, lo que permite una mejor gestión de las restantes áreas funcionales del laboratorio", justifica Medio Rural.

En los dos primeros años del estallido de la enfermedad en España, el número de focos de EEB en Galicia fue de 28. En 2002 ascendieron ya a 35 y a 63 en 2003, el pico más alto de toda la serie estadística que figura en el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. A partir de ahí, la evolución siempre fue a la baja, pasando de 58 positivos en 2004 a seis en 2010, hasta que en 2011 se registró un llamativo repunte con 20. En el pasado ejercicio fueron un total de 13.