Las revueltas irmandiñas tumbaron en el siglo XV torres y castillos medievales de los señores gallegos como reclamo de un mejor trato social para las clases más desfavorecidas. Muchas de aquellas heridas siguen sin cicatrizar en torres desvalidas y caídas. Otras han sido maquilladas como el castillo de Moeche, primero, reconstruido por los propios irmandiños derrotados mediante sentencia. En la actualidad, no han sido los irmandiños sino la desidia, la falta de dinero e interés los que han colocado a doce monumentos gallegos en grave riesgo (llama la atención que no haya más), en la Lista Roja de Patrimonio. La mayoría se concentran en la provincia de A Coruña con seis casos: el dolmen de Moruxosa en Toques, los monasterios de San Paio y San Pelaio de Santiago de Compostela y Santa María de Monfero, las pinturas murales de la iglesia de San Xulián de Moraime y el Sanatorio de Cesuras.

En la lista también se incluyen el monasterio de Santa Comba de Naves y el de Bon Xesús de Trandeiras o la Basílica de la Asunción de Allariz; los tres en Ourense; el Palacio Episcopal de Diomondi y la Torre de la Fortaleza, en Lugo; y la Casa Becerra en Arousa, el único caso de Pontevedra.

Hasta hace poco, el castillo de Pambre, en el concello lucense de Palas de Rei, también formaba parte de la lista. Este se libró de sucumbir a los ataques de los irmandiños. El paso del tiempo y el desinterés de sus propietarios hicieron que algunas de sus partes se vinieran abajo hasta su recuperación ahora por la Xunta.

No ha corrido esa suerte, de momento, la Torre da Fortaleza o Torre do Batallón de Sarria. Primero, en el siglo XV la revuelta irmandiña la tiró abajo para ser reconstruida más tarde. Hoy en día, una única torre de las cinco que se cree que llegó a tener sigue en pie junto a otros pequeños edificios. Este Bien de Interés Cultural (BIC) desde el año 1994, está bajo protección del Patrimonio Histórico Español. De poco le ha valio porque la Asociación Hispania Nostra la incluye entre los doce monumentos gallegos de su Lista Roja de Patrimonio.

Pertenecer a la misma supone un estigma, un recuerdo de lo que en su día fue y del abandono que sufre ahora, con grave riesgo de derrumbe. En este caso, es de titularidad privada, de una familia que busca venderla y que no ha podido o no ha querido rehabilitarla para salvarla. Otro ejemplo de "patrimonio en riesgo de extinción" es el Palacio Episcopal de Diomondi, en O Saviñao, Lugo. Sus primeras piedras se colocaron en el siglo X para ir añadiéndole torres, nuevos espacios y una iglesia que desde 1931 es Monumento Nacional.

También tienen esta distinción las pinturas murales de la Iglesia Románica de San Xulián de Moraime, en Muxía (A Coruña), del siglo XI, que representan los siete pecados capitales y la muerte. Obra pictórica de interés también lo es la del Dolmen de Moruxosa, en Toques (A Coruña), que presenta líneas en negro y rojo que durarán, si no se remedia, poco. Ni su excavación fue rematada ni se cerraron las zanjas realizadas para su estudio. El agua ha hecho que algas y hongos cubran las piedras donde están las pinturas lanzando un SOS.

Los monasterios suponen casi la mitad de los monumentos gallegos en la Lista Roja. La mayor parte de los restos incluidos en la misma son anteriores al siglo XX a excepción de dos; el Sanatorio de Cesuras (A Coruña), de los años 20 : y la Casa Becerra de Vilagarcía de Arousa, de 1939.El techo y escaleras del primero amenazan con derrumbarse. De propiedad municipal, se encuentra abandonado.

En un principio, el sanatorio para tuberculosos de Cesuras estaba llamado a brillar. Se proyectó en los años 20 y en 1931 sus obras se paralizaron, quedando olvidado década tras década, dejando sus estructura y fachada de estilo modernista como recuerdo melancólico de lo que pudo ser.