El boom del turismo rural es ya historia en Galicia. Con una caída anual superior al 4% y que se une a los números rojos de los dos ejercicios anteriores, las reservas en 2013 se desplomaron a mínimos históricos. Las pernoctaciones en los alojamientos de la comunidad fueron 259.151, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). La cifra más baja desde 2001 y lejísimos de las 389.356 contabilizadas en 2010, con el impulso de la celebración del último Xacobeo. Hay que remontarse también más de una década para encontrar cifras de ocupación tan bajas, por debajo en estos momentos del 11%. Esta Semana Santa fue buena, según el sector, al igual que el puente del 1º de Mayo, pero "con eso no es suficiente para vivir".

"Estamos agonizando", advierte Cesáreo González Pardal, presidente de la Federación Gallega de Turismo Rural (Fegatur). Aunque la principal plataforma que agrupa a este tipo de establecimientos en la región matiza los datos con las casas que se mantienen abiertas sin ofertarse -lo que empaña los cálculos sobre la ocupación-, no le quita importancia a la grave crisis que atraviesa y demanda de una vez por todas "un saneamiento" de la actividad. Los empresarios entregaron a la Xunta un informe que demuestra que hasta un tercio de los alrededor de 600 inmuebles que forman el censo oficial "no son realmente turismo rural". "Nos consta que se hacen inspecciones, señala González Pardal, pero no hay margen legal en estos momentos para sancionarlos".

El turismo rural gallego es muy representativo de un sector que sufre los muchos frentes abiertos por la recesión de la economía. Por la propia caída de la demanda, el intento de mantener visitantes con la congelación de precios y el impacto que supone en las cuentas tras las novedades incorporadas en el pago del Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI). Antes, las casas tributaban como una vivienda más. Unos 150 euros al año para el ejemplo de una de tamaño pequeño. Pero ahora, los propietarios desembolsan la popular contribución como un establecimiento hotelero más, lo que eleva la factura del IBI hasta los 400 euros. Y hay más subida de los gastos. La cuota de autónomo pasó de los 235 a los 314 euros y el gasóleo no da tregua en el encarecimiento. "La calefacción para una casa entera cuando solo tienes una habitación ocupada no es rentable", recuerda el responsable de Fegatur.

La posibilidad de aumentar los cierres a lo largo del año, sobre todo en invierno, es una vieja reclamación de los propietarios. Solo es posible hacerlo dos meses, aunque, como apuntan en el sector, muchas casas aprovechan para hacer obras menores y parar un mes más. Entre ellos también colaboran para desviar clientes y lograr así ajustar la ocupación. La Xunta, aseguran, maneja un decreto específico para el turismo rural, "pero tardará año o año y medio". Y la situación es insostenible.

Por eso la batalla entre las dos partes en este momento apunta a esa "limpieza" del sector y a la transferencia a sus organizaciones profesionales de la central de reservas que mantiene Turgalicia. Lleva "años" sin funcionar, critica Fegatur, que se ha comprometido en la media docena de reuniones que llevan sobre el tema con el Gobierno gallego "a multiplicar por diez" su operatividad. Como telón de fondo se mantiene la necesidad de "unirse" para que "los grandes" funcionen de locomotora y "un plan director" para el segmento concreto del turismo rural. "Hay producto, pero no lo vendemos y eso corresponde a la administración", indica González Pardal. "Lo vemos con destinos como A Costa da Morte o Ribeira Sacra -explica-, que sí se promocionan y tienen buenos resultados".