La Unión Europea pretende sustituir la castración quirúrgica de los cerdos por otra en la que se utilicen métodos químicos, una medida a la que se opone la Federación Galega de Porcino. La normativa europea, que ya acabó hace años con las matanzas a domicilio, busca prohibir la castración quirúrgica de los animales a partir de 2018.

La propuesta parte de la declaración europea sobre alternativas a la castración de los cerdos, realizada en 2010, que cuenta con un esquema de aplicación por fases y que culminará dentro de cuatro años. Para preparar el terreno ya se experimenta con alternativas como la aplicación de vacunas al porcino, que, según Andrea Gavinelli, representante de la Dirección General de Salud y Consumo de la UE, dará un potencial añadido a los fabricantes de jamón. Jose Antonio Vidal, presidente de la Federación Galega de Porcino (Fegapor), opina todo lo contrario. "No estamos para nada de acuerdo con esta nueva normativa por el coste que supone y porque no garantiza la buena calidad de la carne", asegura.

Hay dos razones para que se opte por castrar a los cerdos. La primera es por su conducta. Cuando alcanzan a la edad y peso corporal de la madurez sexual se vuelven más agresivos con los otros cerdos. Además son más difíciles de manejar que los castrados de la misma edad y peso. Pero la segunda razón, y quizá la más importante, es que la carne del cerdo que está cerca de la madurez sexual (cerca de los 90 kilos) tiene un alto potencial de tener un olor y sabor que es rechazado por los usuarios.

El método más habitual para controlar el olor sexual del cerdo es la castración quirúrgica: se calcula que más del 95% de los cerdos se castra quirúrgicamente. La opción que plantea la Unión Europea es utilizar unas vacunas para el control del olor en la carne. Jose Antonio Vidal apunta que la ventaja de este sistema es que "se puede ofrecer una carne de más calidad", porque elimina el olor, pero por el contrario "hay que poner dos vacunas y si fallas en alguna de ellas o hay cualquier problema la carne de ese animal no va a ser óptima porque va a tener el olor".

El presidente de Fegapor explica que la puesta en marcha de estas vacunas "es un coste adicional para los productores" que nadie se lo va a sufragar. "A quien les vale es a las industrias cárnicas, pero los consumidores no van a notar el cambio, mientras que a nosotros se nos van a incrementar los gastos", resume Vidal, quien afirma que la castración, sea quirúrgica o química, mejora la calidad de la carne del cerdo "en un 70% o 80%".

Los defensores de la vacunación aseguran que es "una buena alternativa", ya que además de evitar el olor sexual en la carne, rechazado por muchos consumidores, los cerdos vacunados producen una materia prima adecuada para hacer los jamones curados de alta calidad.

La vacuna que se quiere implantar se llama Improvac, de laboratorio Pfizer. Fue desarrollada por primera vez en Australia y su uso ha sido autorizado recientemente en Europa. Para que funcione, la dosis inicial se debe administrar en cualquier momento a partir de la octava semana de edad, mientras que la segunda se pondrá por lo menos cuatro semanas después de la primera y es recomendable que se administre a más tardar de cuatro a seis semanas antes del sacrificio.

Hay supermercados en Holanda, por ejemplo, que han anunciado que no venderán carne de cerdos castrados si estos animales no han recibido anestesia antes del procedimiento. La cadena de comida rápida McDonald's en Holanda también ha explicado que no venderá productos que tengan cerdo de animales castrados. Un anuncio similar lo ha realizado su competidora Burger King.

Galicia es una de las potencias nacionales en el sector porcino. Cuenta, según los últimos datos del Ministerio de Agricultura, con más de 28.000 explotaciones de cerdos, casi un tercio del total nacional. Es, con diferencia, la comunidad con más granjas. Pese a que Galicia es la comunidad con más explotaciones, solo es la quinta que tiene más animales. Al cierre del pasado ejercicio había 1.071.006 cerdos, frente a los 6,6 millones de Cataluña; los 6,3 de Aragón o los 3,3 de Castilla y León. España, con 25,3 millones de cerdos, incluidos lechones, cerdos en cebo, reproductoras y verracos, es el segundo productor de porcino de la Unión Europea y el cuarto a nivel mundial.