Lejos quedan las comparecencias a través de una pantalla de plasma. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ahora cultiva las distancias cortas y así lo puso de manifiesto en sus vacaciones en Galicia, donde se ha prodigado en actos públicos, ha respondido a las preguntas de los medios y además se ha acercado al ciudadano de a pie para hacerse selfies, hablar con ellos o estrecharles la mano. A pocos meses de las elecciones catalanas y de las generales, el jefe del Ejecutivo gallego ha dado un giro radical a su estrategia y ahora busca transmitir una imagen cercana de un presidente, que como el resto de los mortales, se toma unas cañas en una terraza o se da un chapuzón en el Umia.

Tras la importante pérdida de apoyos electorales del PP en las últimas elecciones municipales y autonómicas del 24-M, los populares admitieron errores de comunicación. La táctica ha cambiado y Rajoy escenificó esta nueva forma de hacer política durante los diez días que pasó en Galicia, en los que, a pesar de estar de vacaciones, mantuvo una agenda de trabajo, casi de precampaña electoral, con actos repartidos en cada una de las provincias gallegas. Y así lo reconoció él mismo en su visita a la localidad de Mondariz-Balneario, donde constató su interés en pulsar el sentir ciudadano: "Quiero hablar con la gente en la calle, quiero escuchar a la gente".

Días antes el presidente del Gobierno ya sorprendió al dejarse fotografiar dándose un baño en una playa fluvial del Umia. La imagen de un Rajoy relajado metido en el agua rompe la imagen encorsetada de un presidente distante y serio que hasta ahora predominaba. Allí coincidió con otros bañistas con los que comentó la buena temperatura del agua y se tomó también su tiempo para fotografiarse con alguno de ellos. Y tras su tradicional recorrido por la Ruta da Pedra e da Auga, en la localidad de Ribadumia donde veranea, se le pudo ver tomándose un desayuno con zumo de naranja, café y pan tostado en un bar de Armenteira, donde de nuevo se mostró accesible y terminó saludando a los turistas que pasaban por allí. En Carril cenó, como uno más, con sus compañeros de la promoción de Derecho de Santiago.

Pero además de estos momentos de relax, el jefe del Ejecutivo mantuvo una calculada agenda pública con actos en concellos de las cuatro provincias. Empezó con una visita al Balneario de Mondariz y una comida con cargos públicos de su partido. A la semana siguiente le tocó el turno a Ordes, donde no solo visitó el Consistorio sino que se dejó ver por el casco urbano de este concello. Primero, realizó un breve recorrido por el paseo fluvial del río Cabrón que atraviesa este municipio. La lluvia no lo amedrentó y a paso rápido cubrió los aproximadamente dos kilómetros del circuito.

Poco después se desplazó caminando hasta el Museo do Traxe de esta localidad coruñesa, pero nada de coche oficial para desplazarse de un punto a otro. Por el camino, fue saludando a los vecinos, haciéndose selfies y parando de bar en bar para charlar con los clientes que salían a curiosear al percatarse del revuelo mediático que levantaba el presidente.

Tras Pontevedra y A Coruña, la siguiente escala de Rajoy fue en Ourense. Además de supervisar las obras del AVE, visitó el claustro barroco del monasterio de San Rosendo en Celanova y terminó la jornada sentándose en una terraza y disfrutando de una caña con el regidor del Concello y el teniente de alcalde de Quintela de Leirado. Fue otro gesto para acercarse al ciudadano de a pie y así lo volvió a recalcar: "quiero escuchar las inquietudes, problemas y anhelos de la gente". La velada terminó con una comida, en la que todos pagaron a escote salvo Rajoy y la ministra de Fomento, Ana Pastor, que fueron invitados.

En Portomarín (Lugo) volvió a darse un baño de masas. Aguantó incluso con una sonrisa el grito de algún ciudadano rebotado. Prácticamente los vecinos tuvieron que hacer cola para darle la mano, besarlo y sacarse fotos con él y el presidente del Gobierno accedió a todas las peticiones y terminó degustando empanada y anguilas.

Y en cada una de sus apariciones públicas Rajoy hizo uso de los micrófonos para lanzar sus mensajes sin rehusar hablar sobre ninguno de los temas candentes, desde Grecia, a la crisis del sector lácteo o la atención sanitaria a inmigrantes. El presidente del Gobierno tuvo más presencia mediática durante sus vacaciones en Galicia que ocupando un despacho en sus primeros momentos de mandato.