La mayoría de los historiadores que han abordado la Transición en Galicia coinciden en que fue más un camino de elites que de masas, aunque estas últimas también intervinieron. Pero, ¿cuál fue el papel de las formaciones políticas, algunas creadas durante el franquismo, otras casi desaparecidas durante esa época y otras dividas en pequeños grupos que formaban auténticas sopas de letras?

¿Cuál fue la trayectoria de la UCD en la comunidad en los años posteriores a la muerte de Franco? ¿Y por qué no tuvo continuidad en el tiempo? ¿Cómo fue el proceso de recomposición de la derecha? ¿Cuál fue la evolución de las organizaciones de izquierdas? ¿Y la del nacionalismo? ¿Y la de los exiliados? Todas estas preguntas quedan respondidas en la última edición de la revista semestral Historias del presente, que ofrece un monográfico sobre cómo se desarrolló la Transición en Galicia desde cinco ángulos diferentes. Es una radiografía poliédrica de cómo transcurrieron esos años desde el punto de vista de cinco ideologías políticas: la derecha, la izquierda, el centro, el nacionalismo y los exiliados. El jueves día 15, a partir de las 19.30 horas, en la librería Berbiriana de A Coruña (calle Santiago), varios de los autores participarán en un debate sobre esta etapa de la historia de Galicia.

El monográfico sobre la Transición en la comunidad, coordinado por Emilio Grandío, profesor de Historia Contemporánea de la Universidade de Santiago, arranca con un artículo de Julio Prada, profesor de Historia Contemporánea en la Facultad de Historia de Ourense, quien aborda el papel de La derecha gallega entre la transición y la consolidación de la democracia.

Tres elementos, según Prada, caracterizan "el largo proceso de recomposición" de la derecha en la comunidad: la existencia de varias organizaciones con líderes y órganos de dirección diferentes que conviven en un mismo ámbito territorial, la omnipresencia y fuerte personalidad de Manuel Fraga que condicionó la evolución futura de esta ideología política y el acierto de que Alianza Popular supiese transmitir la imagen de un partido gallego, dirigido por un hombre de Galicia y "sin ningún tipo de complejo a la hora de asumir la lengua y el patrimonio cultural autóctono".

Para Prada también fue importante que el centroderecha gallego estuviese en una situación de "mayor privilegio" que en el resto de España debido al escaso poder de atracción de la izquierda. Todo ello llevó a la consecución de la ansiada mayoría natural de la derecha bajo unas mismas siglas, que según el profesor, fue más el producto de las erradas decisiones de sus competidores de que una estrategia de partido "meditada y ejecutada conforme a la partitura perfilada por el fundador".

Grandío es el encargado de analizar la UCD en Galicia. Se pregunta si existió realmente esta formación en la comunidad, a lo que se responde que "resulta evidente que sí". También se cuestiona por qué no tuvo continuidad en el tiempo la formación impulsada por José Luis Meilán Gil. Grandío reconoce que si hay algo que caracterizó "de principio a fin" a la UCD gallega fue la improvisación "constante, casi natural". "Cada elección era un experimento, una prueba", asegura.

Desde sus inicios, señala Grandío, la UCD demostró su incapacidad para aglutinar a los poderes locales en favor de una organización gallega. Y también destaca que nunca fue un partido de bases, sino de cuadros de la administración. Por eso tenía fecha de caducidad.

El exilio gallego también jugó un papel importante en la transición, aunque no al nivel de la UCD o Alianza Popular. Ramón Villares, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidade de Santiago, en su artículo Os heredeiros de Daniel: exilio gallego y autonomía, analiza la contribución a la gestación de la autonomía de las personas que tuvieron que marcharse de Galicia por cuestiones políticas.

Villares reconoce que "las alforjas con las que el viejo y el nuevo nacionalismo político llegaron al momento histórico de la transición democrática se hallan muy poco repletas". Varias son las causas. El exilio republicano estaba "repleto de divisiones internas y con magros recursos para la acción política". A esta lejanía y debilidad organizativa del exilio político gallego radicado en Buenos Aires se suman las tensas relaciones con los nacionalistas que estaban en la comunidad durante los últimos años de Castelao. Su objetivo era más crear una "conciencia gallega" que actuar políticamente a través de un partido, algo que no compartían los que vivían en Galicia. Además, los resultados de las elecciones de 1977 en las que ganó de forma arrolladora la UCD mostraron que el futuro político de Galicia iba a depender del centroderecha, que se caracterizaba por defender con poco entusiasmo la autonomía.

El papel de los nacionalistas gallegos, que vivían en Galicia durante la transición lo analiza Xosé M. Núñez Seixas, doctor en Historia Contemporánea por el Instituto Universitario Europeo de Florencia, en su artículo ¿Colonia o champú? El nacionalismo gallego en la transición democrática. El profesor destaca que la implantación de la autonomía en Galicia en 1981 contó con el rechazo inicial de la mayoría de los nacionalistas gallegos. En 1975, asegura Núñez Seixas, eran dos las principales organizaciones políticas que representaban las nuevas corrientes surgidas en los años sesenta, que representaban a su vez una ruptura con la tradición galleguista de la anteguerra: la Unión do Pobo Galego y el Partido Socialista Galego liderado por Xosé Manuel Beiras. El profesor reconoce que durante los primeros años de funcionamiento del sistema autonómico "el nacionalismo desempeñó un papel menor".

También aborda el autor los repetidos intentos de crear un partido nacionalista de centroderecha en Galicia durante la transición. Todas las tentativas fueron infructuosas. Para el doctor en Historia dos fueron los factores que actuaron como obstáculos. El primero, la renuncia del galleguismo superviviente de la Guerra Civil a la definición de Galicia como una nación. Y el segundo, la "tradicional reticencia" de la Iglesia de sumarse al galleguismo.

Y por último, Víctor Manuel Santidrián Arias, doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Santiago, realiza una radiografía de cómo fue la evolución de las organizaciones de izquierda. El Partido Comunista de España -y las nacientes comisiones obreras- fue la fuerza hegemónica del antifranquismo en Galicia durante gran parte de la dictadura, asegura el profesor. En 1968 se creó el Partido Comunista de Galicia. En febrero de 1978 se manifestó a favor de que Galicia fuese reconocida como una nación y del derecho de autodeterminación, pero solo dos meses después el Partido Comunista de España se mostró en contra de este derecho.

Mientras, la familia socialista, PSOE y UGT, tuvo una presencia casi testimonial. Por ejemplo, Santidrián destaca que entre 1976 y 1977 el Partido Socialista solo contaba con 10 afiliados en Ferrol. Tanto el partido como el sindicato "nacieron prácticamente ex novo" en los años finales del franquismo, tanto por la desarticulación que sufrieron por la represión franquista como por la orientación política que la dirección socialista en el exilio había escogido para hacer frente a la dictadura.