La crisis económica ha provocado en los últimos años el regreso a sus países de origen de miles de ciudadanos extranjeros afincados en Galicia. Por primera vez desde el inicio de la recesión, el número de extranjeros empadronados en la comunidad gallega se queda por debajo de los 100.000. En 2008 había censados algo más de 95.000 ciudadanos de otros países. En los cinco años siguientes, la cifra se mantuvo siempre por encima de los 105.000. Sin embargo, el año pasado volvió a bajar, hasta los 98.245, lo que supone un 3,5% de la población total de la comunidad.

Esta salida de extranjeros también ha provocado que los ayuntamientos que tenían entre su población una mayor presencia de ciudadanos de otros países, cuyo peso sobre el total del censo superaba el 5%, también se hayan reducido. Si en 2010 había 36 concellos con una población extranjera por encima del 5%, el año pasado este porcentaje solo lograron superarlo 23 municipios gallego.

Se trata de ayuntamientos muy dispares, en el que tan solo figura una ciudad -Lugo-, concellos de entre 15.000 y 30.000 habitantes que deben parte de su crecimiento a la inmigración (Monforte o localidades del área coruñesa como Arteixo o Sada), pero sobre todo pequeño municipios de comarcas del interior. Ourense, de hecho, concentra más de la mitad de ayuntamientos con más peso de la inmigración: Entrimo, Lobios, Baltar, Xinzo, Toén, Padrenda, O Barco, Carballeda de Valdeorras, Oímbra, Verín, A Gudiña y Mezquita. Les siguen Lugo, con cinco -Lugo, Rábade, Foz, Viveiro y Monforte- y A Coruña y Pontevedra, ambas con tres: Arteixo, Sada y Cedeira; y Salvaterra do Miño, Silleda y Salceda de Caselas.

Y a pesar de la crisis, es excepcional la situación de un pequeño grupo de concellos en los que el colectivo inmigrante supera el 10% de la población. Son ocho municipios, seis con una población inferior a los 2.000 habitantes. Los únicos que superan los 14.000 vecinos son Sada, con un 15% de población extranjera, y Verín con un 11,9%. De los ocho, siete están en Ourense y solo uno en A Coruña.

El ayuntamiento gallego con la colonia de extranjeros más importante es Oímbra, un concello ourensanode poco más de 2.000 habitantes en el que residen 410 ciudadanos de otros países, el 20,2% de su padrón. Más de la mitad son portugueses y tanto PSdeG como el BNG denunciaron en reiteradas ocasiones que se debe a que el PP los empadrona en el municipio para engordar el censo electoral. En las municipales de 2011, el padrón de este ayuntamiento limítrofe con Portugal se disparó: había 179 ciudadanos extranjeros con derecho a voto, casi todos portugueses, y 27 de ellos estaban empadronados en una casa deshabitada que era propiedad de la esposa del alcalde. Un caso similar es el de Carballeda de Valdeorras, otro concello ourensano de apenas 1.700 habitantes, de ellos 320 extranjeros, lo que supone el 18,8% del total.

Estos municipios con casi uno de cada cinco vecinos de fuera son excepcionales en Galicia, una comunidad en la que la población extranjera representa el 3,5% y que por primera vez en los últimos cinco años ha bajado de los 100.000 inmigrantes.

La otra cara de la moneda son los 14 ayuntamientos -ocho coruñeses, cuatro lucenses, uno ourensano y otro pontevedrés- en los que el peso de la población extranjera es prácticamente nulo, por debajo del 0,5%. Son concellos, la mayoría pequeños y del rural, donde figuran inscritos en el padrón apenas una decena de ciudadanos de otros países. Los casos más extremos son los de Dumbría (3.137 habitantes), Frades (2.485) y Ribeira de Piquín (583). En todos estos, la presencia extranjera es de tan solo dos censados.