¿Un negocio que moverá unos 15.000 millones de euros por año? El gancho es lo bastante atractivo como para que solo en Galicia durante el segundo semestre de 2015 se multiplicase casi por cuatro el número de empresas y particulares que presentaron la declaración responsable ante la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) para realizar trabajos científicos y técnicos con drones, aeronaves tripuladas por control remoto.

Así, a día de hoy, según la AESA, se contabilizan 48 operadores en la comunidad, de los que 34 (el 70%) se apuntaron a las posibilidades que ofrecen los drones entre julio y diciembre de 2015, mientras que en 2014, cuando el Gobierno central avanzó la primera regulación para intentar acotar el sector, solo tres empresas fueron las pioneras, todas en A Coruña. Esa es también esta provincia la que concentra más operadores, 20 en total, aunque Pontevedra le pisa los talones con 17 y cuenta con la Universidade de Vigo, la primera institución académica del Estado -y la segunda pública, tras el CSIC- en recibir del organismo de Fomento autorización para realizar trabajos aéreos con drones. La Universidade de Santiago también se apuntó al carro, aunque siete meses después.

En Ourense solo constan cuatro autorizaciones, mientras que en Lugo -donde se ubica Rozas, el lugar escogido por la Xunta para impulsar un polo tecnológico e innovador en torno a las aeronaves no tripuladas-, figuran siete. Aunque muchas de las empresas e incluso particulares registrados en la AESA solo declaran actividades de fotografía y filmaciones (el audiovisual es uno de los campos donde da más juego), junto a publicidad y levantamientos aéreos topográficos, en torno a una veintena de los habilitados como operadores añaden otra funcionalidad, la vigilancia de incendios forestales, una de las vocaciones de estos aparatos en la que puso más énfasis el Ejecutivo autonómico.

Los drones pueden ser de mucha ayuda en el contexto de operaciones de emergencia, búsqueda y salvamento, y casi todas las firmas que ofertan en su catálogo vigilancia contra el fuego (y la posibilidad del lanzamiento de productos para su extinción) se apuntan a participar en estos dispositivos. Pero las posibilidades que ofrecen los drones con la actual regulación española no acaban ahí, porque abarcan actividades de I+D, tratamientos fitosanitarios o para emisiones de radio y televisión, más allá de los titulares que acapara el reparto de paquetes de una gran multinacional o el experimento de Correos para llevar cartas a lugares poco accesibles. No obstante, muchos ciudadanos usan el dron como "hobby o como vuelo recreativo". En ese caso, no necesita habilitación de la AESA, explica esta en su web, pero debe cumplir unas normas de seguridad porque "no es un juguete", sino una aeronave. No se puede volar en zonas urbanas, sobre aglomeraciones, de noche, cerca de aeropuertos... Solo en "zonas adecuadas", "siempre" a la vista, y hacerlo con "seguridad".