Salvar a un bebé con una reanimación cardiopulmonar, evitar una agresión machista, el rescate de un anciano en una riada, la detención de una mujer que atracó a otras dos a mano armada, la reanimación de un jugador de fútbol que había quedado inconsciente tras recibir una patada de un adversario... Son algunos de los testimonios que la revista del Ejército de Tierra recogió en uno de sus números bajo el título Ángeles de la guarda para contar las historias de militares que ayudaron a civiles en situación de peligro, en algunos casos llegando a salvarles la vida.

En Galicia también hay ejemplos de militares que se convirtieron en héroes de la calle. Entre ellos, están los cabos primeros Juan Carlos Pérez Gil y José Manuel Fernández Rey, que ejercen en La Marina a bordo del patrullero Tabarca, con base en la localidad pontevedresa de Marín.

Sus conocimientos en la Armada les permitieron reaccionar fuera de su lugar de trabajo y de su jornada laboral ante situaciones en las que había civiles en peligro, en ambos casos auxiliando en accidentes de tráfico.

Pérez Gil apunta que su mujer siempre le dice que le persigue el karma y más de una vez el destino lo puso "en ese sitio donde ayudar a alguien". Su formación como profesional en el Ejército lo ha convertido en una persona "muy segura" ante cualquier emergencia porque, en su opinión, la de militar es "una profesión peligrosa" para la que se necesitan personas "con mucha capacidad de decisión y que mantengan la calma". "Todos los días -asegura- son una enseñanza nueva".

Para Fernández Rey, lo primordial a la hora de actuar ante sucesos de este tipo es "mantener la serenidad y actuar con seguridad", para lo que advierte de que es necesario tener claro el nivel de conocimiento y hasta donde puede llegar cada uno antes de actuar. Recuerda además que siempre hay que seguir un protocolo: asegurar la zona con la máxima seguridad y avisar a los servicios de emergencia aportando datos importantes como la situación del accidente o el número de heridos y su gravedad a los que se tratará de auxiliar mientras llegan los efectivos.

Juan Carlos Pérez Gil entró en la Armada en 1999, con 18 años recién cumplidos porque creía que era una buena oportunidad laboral. Pero pronto descubrió que había encontrado su vocación. Este bilbaíno, pero coruñés de adopción -vive en O Castrillón desde los 10 años- empezó su carrera en la Escuela de Especialidades de la Estación Naval de A Graña (Esengra) en Ferrol donde se convirtió en marinero profesional especialista en maniobra y navegación y desde este puesto en el buque de desembarco Pizarro estuvo destinado a misiones internacionales de la OTAN como el apoyo a las tropas en los Balcanes o el envío de ayuda humanitaria al de terremoto de 2004 en Haití. Desde 2006 ejerce como cabo primero en el patrullero Tabarca y además de la navegación, en él recae la responsabilidad sanitaria en los controles de tráfico mercante, de caladeros de pesca, narcotráfico o inmigración ilegal que realizan en sus travesías.

El Ejército no solo le ha dado la oportunidad de tener esta trayectoria profesional sino que también le hizo su mayor regalo a nivel personal: en esta profesión conoció a su mujer, que es sargento contramaestre, y en agosto tendrán a su primer hijo. Y se muestra encantado de que ella mande en el trabajo y en casa porque, dice: "lo hace tan bien que es el mayor orgullo para mí". El 12 julio de 2014, cuando venían del acto del ascenso a sargento de su mujer y circulaban por la A-66 (de Gijón a Sevilla) se encontraron con un coche en el arcén y a un hombre y a una mujer fuera mientras él gritaba con una niña en brazos: "¡Mi hija se muere!". Los suegros de Pérez Gil venían en otro vehículo detrás y su suegro se encargó de señalizar el lugar con un triángulo mientras su esposa llamó al 112 y tanto ella como su madre trataron de tranquilizar a los padres de la pequeña. Mientras, el militar cogió su botiquín personal, cogió a la niña y volvió a su coche para comprobar que tenía pulso.

El siguiente paso era que la temperatura de la pequeña, que seguía sin reaccionar, bajase. Y el tiempo no ayudaba porque hacía 39 grados. Con varios estímulos, con compresas húmedas en agua y alcohol y con ayuda de la ventilación del vehículo logró que la niña por fin reaccionase. La emoción les invadió a todos. Esperaron la llegada de los servicios médicos, que agradecieron a Pérez Gil su intervención.

Debido a la tensión del momento ambas familias no intercambiaron sus teléfonos y al militar se le había quedado esa "espinita" y por eso se le ocurrió llamar al hospital de Mérida, cerca de la zona donde se produjo el accidente para interesarse por la recuperación de la niña y a los pocos minutos recibió la llamada de la madre dándole de nuevo las gracias. Blanca, que tenía tres años cuando Pérez Gil la salvó, dejó el hospital a los tres días y desde entonces mantiene el contacto con su héroe.

La Escuela de Máquinas de la Armada de Ferrol, el Juan Sebastián Elcano de Cádiz, el buque Transporte de Ataque Castilla también en Cádiz, la Escuela Naval Militar de Marín y el patrullero Tabarca son algunos de los destinos en los que desempeñó desde 1987 su carrera militar José Manuel Fernández Rey, natural de Sanxenxo. El Ejército le permitió disfrutar de la mecánica, la profesión que siempre le apasionó y en el Tabarca se encarga de realizar el mantenimiento de todos los equipos y reparar las averías.

Además de la mecánica, las motos son su otra gran pasión. Fue precisamente cuando volvía con otros tres compañeros de una comida de confraternización motera cuando se encontraron con un accidente de tráfico. Era agosto de 2011, sobre las 05.00 horas de la madrugada en la A-52 a la altura de Puebla de Sanabria, en Zamora. Los cuatro moteros vieron una furgoneta volcada fuera del arcén en un desnivel de unos 1,5 metros de profundidad y con las luces encendidas. Aplicando la conducta PAS (proteger, alertar y socorrer, por ese orden), Fernández Rey y sus acompañantes señalizaron el accidente, avisaron al 112 y se dirigieron a la furgoneta por la que escalaron para acceder a la puerta del conductor donde comprobaron que un hombre y una mujer permanecían en el interior del vehículo.

El militar recuerda que el hombre les pedía que les sacasen mientras repetía en portugués que le dolía mucho la cabeza y llamaba por su pareja que estaba inconsciente. La mujer reaccionó al mismo tiempo que empezó a salir humo del salpicadero, lo que complicó „explica„ que todos se pusiesen más nerviosos y la tensión se apoderase de la situación. Aún así, lograron primero sacar a la mujer con ayuda del conductor y también a él, a pesar de que la maniobra en este caso era "más complicada" porque tenía un brazo lesionado.

Una vez que llegó la ambulancia del 061 Fernández Rey y sus compañeros pudieron seguir su camino a casa y descansar "con la satisfacción del deber cumplido". No era la primera vez que intervenía en sucesos de este tipo debido al elevado número de viajes que realiza por toda España por su afición al mundo de las motos. Pero solo en esta y otra ocasión tuvo que prestar auxilio a los implicados en el siniestro. En el resto de intervenciones „aclara„ simplemente ayudó con la señalización o avisó al 112.