"No hay más que mirarlo a la cara". Con esa alusión a Miguel Tellado se pretendía descifrar en los pasillos de Expoourense la elección del relevo de Rueda -que recibió por la mañana un sentido homenaje de Novas Xeracións- minutos antes del anuncio oficial. Era un síntoma del funcionamiento del PP en la última década, que de forma simbólica se cierra con el cambio de secretario xeral. El feijooismo es tan presidencialista que deja al fraguismo pequeño.

A pesar de la sorpresa, el congreso popular estuvo marcado en su primera jornada por cierta frialdad, contagiada en los tibios aplausos de los casi 1.800 delegados. La presencia de Génova también estuvo algo rebajada, con Fernando Martínez Maíllo y Andrea Levy, dos de los nuevos rostros del partido, como representantes, además del presidente de Castilla-La Mancha, Juan Vicente Herrera, y del presidente de los populares andaluces, Juan Manuel Moreno.

Los anteriores congresos sucedieron victorias, como los 41 diputados de octubre de 2012. Tres meses después, el cónclave de Lugo solo quedó ensombrecido por el escándalo Bárcenas, nombre que sigue provocando temblores en los populares. En esta ocasión, la reunión tiene lugar tras los reveses de las municipales -el PP solo gobierna una ciudad y una diputación- y las generales -cinco diputados menos- y ante el reto de una tercera mayoría absoluta de Feijóo tras derrotar al bipartito, primero, y a la crisis, después.