-¿Cuál es el balance que hacen las ONGD de la aportación de la Xunta a la ayuda al desarrollo?

-El balance que hacemos no puede ser positivo. Y no puede serlo porque el descenso acumulado desde 2009 es de aproximadamente un 70%. Y lo único que afianzamos es un suelo de la inversión, que no sería una mala noticia en otros tiempos, pero actualmente estamos hablando de que cada ciudadano de Galicia aporta 1,52 euros para política pública de cooperación que parece más que nada una inversión simbólica que es lo que cuesta un café en un sitio caro.

-Pero, ¿hay algo bueno?

-Aún con la crisis, y con la tendencia en otras comunidades, aquí no desapareció la política pública de cooperación. El balance es de claro oscuros tirando a muy oscuros. Se consolidan los 4 millones como un mínimo. No es malo porque garantiza que va a haber convocatorias, pero sí que es malo porque es una cantidad muy poco ambiciosa para una política pública de un país como es Galicia.

-¿Cuál sería la aportación necesaria?

-Nuestra propuesta inmediata es llegar a los 6 millones por año porque esto nos permitiría mantener todas las herramientas que hay de convocatorias para la cooperación y al final de la siguiente legislatura, que ya será dentro de cuatro años, consolidar el 0,2% (17,6 millones con el presupuesto actual).

-Las ONGD han rechazado el plan anual de 2016.

-Por desgracia, este es el primer año en el que el plan director que se aprueba en el Consello Galego de Cooperación para o Desenvolvemento no fue aprobado por unanimidad. Y no contó con el visto bueno de las ONGD por varias cuestiones. Una de ellas es que las ONGD en Galicia, y en general, son el principal actor de cooperación. Este nuevo plan director ampara la diversificación de actores que trabajaban en la cooperación.

-¿Por qué ese cambio?

-Obedece a una tendencia internacional de incorporar a multiactores dentro de la cooperación que puede ser interesante en el marco de acciones conjuntas pero no lo es en el marco de la competición por recursos.