El accidente ocurrió a las 09.25 horas. Una hora más tarde la cafetería de la estación de O Porriño ya estaba completamente acondicionada para atender a decenas de heridos que poco a poco llegaban, después de recorrer, en camilla o a pie, los 200 metros que separaban el tren accidentado del punto ferroviario porriñés. Los mismo ocurrió con el primer andén, al que da acceso una de las puertas del bar.

Sorprendió la naturalidad del diseño, básico pero efectivo, en el que se hicieron más de veinte primeras valoraciones de todo tipo de traumatismos. Desde el centro de salud de O Porriño se desplazaron cuatro médicos y tres enfermeras. Según informaban algunos de los profesionales que acudieron al lugar del accidente, varios sanitarios que llegaron en la ambulancia medicalizada de Vigo doblaron el turno que ya acumulaban de guardia, de 24 horas de duración, para ayudar a las decenas de personas heridas que se acumulaban en las dos estancias mencionadas.

Un ambiente dispar era el que se vivía en los primeros instantes tras el accidente en la estación de tren pontevedresa. Por una parte era visible el nerviosismo de los accidentados enfrentado a la profesional tranquilidad de los experimentados en este tipo de sucesos o accidentes, que portaban batas o chalecos naranjas para ser identificados y para que las víctimas supieran que estaban allí.

La Axencia Galega de Emerxencias también envió varios psicólogos hasta la estación siniestrada, que se ocuparon de aminorar la ansiedad de aquellos casos en los la imagen del tren descarrilando todavía se podía percibir en el mirada. Un hospital solidario, improvisado según se producían los acontecimientos y repleto de una ayuda en un momento en el que era palmariamente necesaria.