La legislatura que arranca ofrece tres incógnitas: el legado que dejará Feijóo y quién afrontará su sucesión al frente del PP y quién liderará la oposición. El runrún sobre quién tomará el relevo como faro de los populares lo acompañará cuatro años si cumple su palabra de agotar una legislatura que parece haber arrancado víctima de la extenuación tras quedar atrás las tormentas más duras de la crisis y de la tensión que asoló O Hórreo desde 2012, así como de la falta de novedades por primera vez en once años: en 2005 se produjo el fin del fraguismo; en 2009, la recuperación del PP; y en 2012, el regreso de Beiras y la autoproclamada "nueva política". Ahora domina el continuismo.

Las llamadas al consenso jalonaron parte del discurso de Feijóo, aunque a este se le escapó en los corrillos su verdadera sensación. "Espero no cabrearme y mantener el consenso", sonreía mientras miembros del PP y exconselleiros se arremolinaban para felicitarlo.

El presidente de la Xunta se enfrenta a un tiempo nuevo en su vida. Espera un hijo y, por primera vez, afrontó la investidura sin su padre, fallecido en verano y al que recordó con una foto en su discurso como hace cuatro años. Su familia -su madre, su hermana y su pareja- estuvo ausente aunque previsiblemente acudirá mañana a O Hórreo.

El discurso solemne de Feijóo no escatimó dardos hacia la oposición y críticas a la falta de respeto a la democracia representativa, si bien lo hizo desde una Cámara que solo fue asaltada una vez, en un gesto precursor del "Rodea el Congreso", pero accediendo a las instalaciones sin permiso. Sucedió en 2005 y fueron cargos del PP quienes la protagonizaron.

La crisis no solo castigó a miles de personas y generó recortes en el gasto público, sino que tensionó tanto la vida parlamentaria que algunas costumbres que revelaban a sus señorías como gente de lo común se han perdido. El ejemplo más ilustrativo es la postsesión. Hace años era habitual ver a diputados de diferente signo compartiendo una cerveza o un café, incluido Feijóo. Ayer cada grupo se reunió con los suyos y apenas algún diputado contado compartió unos minutos con la prensa.

Hasta la tribuna estuvo a régimen en cuanto a representación institucional, pues prácticamente se redujo a miembros del PP. El único rival que estuvo presente fue el socialista Valentín González Formoso, presidente de la Diputación de A Coruña. Se ausentaron los alcaldes de las mareas y resto de cargos socialistas.

La expectación que dejaban en el aire las palabras de Feijóo pasaba más por las cábalas sobre la sucesión de los próximos cuatro años ante el continuismo anunciado de políticas y miembros de la Xunta. Eso sí, la crispación de la última legislatura parece haber quedado atrás, sin carteles en las tribunas, sin previsibles golpes en el estrado del retirado Beiras o de preferentistas interrumpiendo a gritos la sesión.

Queda por descubrir cómo gestiona la oposición su constante y quién encabeza la alternativa. Ana Pontón está consolidada, mientras el PSdeG aguarda un congreso para elegir líder que dejará en un segundo plano a Xoaquín Fernández Leiceaga. El debutante Luís Villares, voz de la segunda fuerza parlamentaria, deberá cimentar la base del partido para hacer crecer En Marea.