Entrar en el museo Mares de Cedeira es como retroceder varias décadas en el tiempo. Allí, todo huele a mar y a historia. Está ubicado en la planta baja de la cofradía de la villa pesquera donde se exponen más de 3.000 piezas relacionadas con el mar y la historia de Cedeira. Abrió sus puertas el pasado mes de julio y desde entonces ya lo han visitado más de 3.000 personas.

Su visita, cuesta un simbólico euro para ayudar al mantenimiento del museo, es la mejor forma de conocer la historia de Cedeira, su patrimonio y su relación con el mar. El visitante tiene ante sí una recreación real de cómo era la actividad marina en la población durante el siglo pasado.

Dos de los grandes atractivos del museo son que lo han puesto en marcha un grupo de vecinos y que ha contado con las aportaciones y donaciones de los cedeireses. Al frente están José Antonio Rodríguez, Eduardo González y Vicente Rey, fundadores de la Asociación Mares de Cedeira. Los precursores quieren alejarse de la idea de un museo como un almacén de objetos y buscan el contacto directo con las gentes marineras y transmitirlo a los visitantes.

Entre las centenares de donaciones destaca, por ejemplo, la gran colección de conchas que llegó casi por casualidad. Un día, un vecino se puso en contacto con los impulsores del museo. "Soy hijo de cedeireses. Me llamo Manuel Suárez y tengo una colección de conchas que no sé lo que va a pasar con ella y podría servirles para exponerla en el museo", cuentan. "Fuimos a verla al día siguiente -recuerda Jose Antonio Rodríguez- y casi nos caímos para atrás. Era impresionante y, de hecho, hemos podido comprobar que pasa por ser la mejor colección de conchas que existe fuera de las universidades y de los museos especializados. Y está en Cedeira".

El museo se ha creado con muchas más donaciones como las maquetas de barcos de Cedeira realizadas durante muchos años por un marinero. También hay varios carteles -la tabla que se coloca en el puente con el nombre del barco- de embarcaciones ya desguazadas. "Un armador no se desprende del cartel de su barco así como así. Hay mucho sentimiento en esta historia", explica José Antonio Rodríguez.

El museo Mares de Cedeira también acoge un bote tradicional realizado en los años cincuenta del pasado siglo por O Ciruxo, posiblemente, según cuentan, el mejor constructor de barcos de la época; una motora que en principio se concibió para ir a vela y que era la embarcación más antigua que existía en el puerto cedeirés; una dorna, una de las escasísimas embarcaciones de este tipo que quedan en Galicia, y el banco de Romero, el último carpintero de ribera que existió en el concello hasta hace muy pocos años.

"Nuestra misión es contarle a la gente por qué Cedeira nació de la sal, por qué somos un pueblo del mar, un pueblo hecho por mariñeiros", afirma Rodríguez Arribe.

Mención aparte merecen las vitrinas que recogen los utensilios que llevaban los marineros cada día: caldereta, tabaco de liar, el carabel -una cesta de diseño cedeirés-, latas de aceite? Y cómo no, varias modalidades de salvavidas y aparatos de seguridad que se llevaban en los barcos. Tampoco falta el apartado destinado a la comunicación, desde un rústico megáfono de mano, una bocina, un telégrafo o un aparato de morse.

En el museo Mares de Cedeira todo huele a mar y a historia. Su objetivo, una vez que ya está en marcha, es que entre dentro del Sistema Galego de Museos y contar con una persona, especialista en museos que lo dirija. Es el particular tributo que los cedeireses rinden a la mar, una mar que tanto les ha dado, pero también tanto les ha quitado.