"La combinación de las proyecciones estadísticas y la evolución demográfica reciente indica que lo más probable es que la población de Galicia se sitúe por debajo de los dos millones de habitantes a mitad del siglo XXI, con una proporción creciente de personas mayores de 65 años. El territorio servido por la Autopista del Atlántico se convertirá en la Galicia realmente existe. Lo demás será paisaje". El particular oráculo no lo lanzaba ninguna sibila, sino expertos del Foro Económico de Galicia, aunque su predicción, al menos en lo que respecta a la AP-9, parece que no tardará tanto en hacerse realidad.

Los municipios de las dos provincias atlánticas, A Coruña y Pontevedra, son los que concentran mayor población, pero también los que incorporan en su censo mayores porcentajes de niños y adolescentes y de adultos jóvenes, que tienen en su mano garantizar el recambio generacional. En todo caso, ni un solo ayuntamiento en toda la comunidad puede presumir de que los menores de 25 años sean sus vecinos más numerosos.

En dos terceras partes de los concellos gallegos, un total de 199, esa guerra soterrada en torno a la demografía la ganan los bastones por aplastante minoría frente a los biberones. Casi todos ellos se ubican al oeste de la AP-9, sobre todo en las provincias del interior. En el caso de Ourense, sobran tres dedos de una mano para contar los municipios donde se impone el colectivo de edades comprendidas entre 25 y 44 años: en nueve de cada diez municipios mandan los pensionistas, demográficamente hablando.

En lugares como Calvos de Randín, Lobeira, San Xoán de Río, Parada de Sil y O Irixo, los jubilados suponen al menos la mitad de todos los residentes. Esa situación no se da en ningún concello lucense, donde A Pobra do Brollón se alza en el podio con el mayor porcentaje de ciudadanos en edades provectas. En estas dos provincias las zonas que no siguen la regla son islas, ubicadas sobre todo en torno a la capital de provincia.

Si el imperio de los mayores se extiende por el 63,4% de los ayuntamientos gallegos, amenaza con extenderse. En uno de cada cinco concellos domina la población con edades comprendidas entre los 45 y los 64 años. Los brotes más verdes, entendiendo por verdes aquellos municipios en donde resisten todavía los adultos jóvenes (de entre 25 y 44 años) como grupo mayoritario, apenas ascienden a medio centenar (el 16,5%): seis de cada diez están dentro de los límites territoriales de Pontevedra y uno de cada tres, en A Coruña.

Pese al verde esperanza, en esta provincia la mayoría de los ayuntamientos -casi la mitad, de hecho- también tienen su población muy envejecida, mientras que en Pontevedra ocurre justo al revés.

Si con las edades operase la misma lógica que relaciona el valor de los bienes con su escasez, los jóvenes serían en Galicia de lo más cotizado. Ni uno solo de los ayuntamientos gallegos puede presumir de que el grupo de edades comprendidas entre los 0 y los 24 años sea mayoritario en su territorio. Pero en la costa atlántica, otra vez, las cifras no resultan apocalípticas. Lideran el peso de este colectivo los concellos de Ames, donde los niños y adolescentes representan el 27,4% de la población, y Salceda de Caselas, con el 26,6%.

Pero conforme se avanza en el interior de Galicia las cifras son menos alentadoras. Si en A Coruña y Pontevedra ningún concello se conforma con menos de un 10% de peso de jóvenes sobre el total de la población, en Ourense y Lugo porcentaje se convierte incluso en una quimera para 44 municipios, 34 de ellos en Ourense y una decena en Lugo. En esta última provincia, el que lo lleva peor sería Folgoso do Courel, con solo un 7,1% de vecinos que no han cumplido todavía los 25 años. En Ourense ese 7,1% es incluso un porcentaje alto para municipios como Lobeira, donde más del 95% de los residentes se sitúa por encima de esa edad.