Las celdas ya no son cuartos oscuros de barrotes, el patio exterior tiene dos entradas más, cada hierro y cada madera han sido recuperados, uno de sus edificios se ha convertido en auditorio y biblioteca. El conjunto se completa con una tienda y una cafetería-mirador que asoma en la cubierta. Tras más de seis años en obras y seis millones de inversión, la vieja cárcel de Lugo reabre hoy sus puertas convertida en un espacio cultural en pleno centro de la ciudad, a solo unos metros de la Muralla romana.

El equipo que ha llevado a cabo el proyecto, dirigido por los arquitectos Juan Creus y Covadonga Carrasco, se propuso recuperar las instalaciones de la vieja prisión como un "espacio "ciudadano" en el que "las celdas se vuelven transmisoras del tiempo exterior y de acontecimientos cotidianos". Sus creadores quisieron que el edificio fuese el "protagonista" y que su espacio interior fuese "devuelto a la ciudad como una calle por donde caminar, reunirse, dialogar y mostrar cuestiones que pueden ser cultura sin museo".

"Agujeros del tiempo"

Para quienes idearon este proyecto y le dieron forma la cárcel puede ser una buena forma de explicar a la sociedad en la que se quiere vivir, "frente al vacío global e indiferente de los grandes centros de consumo, contar con agujeros para mostrar el tiempo".

El edificio rehabilitado es uno de los tres centros penitenciarios modelo que todavía se conservan en España, junto con los de Barcelona y Gijón. Las nuevas instalaciones contarán con un auditorio de 137 butacas, camerinos, una biblioteca, espacios expositivos, una tienda, una cafetería-mirador en el último piso con vistas al casco histórico. "Las puertas que hacemos dejar ver y atravesar los espacios y conectar unos niveles con otros", según los promotores de la reforma.

La primera actividad que acogerá la remodelada prisión de Lugo es una exposición el 28 de abril sobre los presos que estuvieron en la cárcel cuando era centro penitenciario del partido judicial, evento organizado por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), bajo la supervisión de la profesora Carmen García-Rodeja, y la Universidade de Santiago.