Más de 1.400 hectáreas. Esa es la superficie devorada en los últimos 15 días por los incendios declarados en Galicia, una extensión que es como si quedase reducida a cenizas la mitad de un municipio como Sada o Bueu. Tras la ola de incendios de 2006, que arrasaron 90.000 hectáreas en el monte gallego, la Xunta reforzó los controles e impuso la delimitación de los perímetros de seguridad libres de vegetación seca y maleza. Diez años después, los efectos devastadores de las llamas en la comunidad, las inspecciones para disuadir a los incendiarios y controles sobre las quemas agrícolas se han multiplicado. Hasta un total de 14.400 realizaron el año pasado los agentes de la Policía Autonómica en Galicia, casi un 37% más que las del ejercicio anterior pero casi seis veces más que las 2.169 de hace un lustro. Solo en los últimos cinco años, el Ejecutivo autonómico practicó más de 46.000 inspecciones en materia de incendios.

Las actuaciones preventivas del año pasado derivaron en casi 3.500 denuncias por irregularidades en las quemas agrícolas (un total de 2.013 expedientes, veinte veces más que hace cinco años) y por falta de cortafuegos cerca de viviendas y carreteras (1.468, el cuádruple que en 2012), según datos de la Memoria de la Policía Autonómica. En conjunto, más del triple de denuncias que hace cinco años. De media, cada día fueron denunciados en 2016 seis propietarios por carecer del permiso para hacer una quema de rastrojos, abandonar la actividad sin apagar o quemar en condiciones meteorológicas adversas. Además, los agentes también interpusieron a diario una media de cuatro denuncias por no establecer franjas de seguridad contra el fuego alrededor de viviendas, gasolineras, carreteras o instalaciones eléctricas, puntos clave para que el efecto de las llamas nos resulte aún más devastador cuando afecta al monte e incluso pueda poner en peligro la vida de las personas.

En ambos casos, se trata del segundo mayor volumen de denuncias tramitadas por la Policía Autonómica, solo superado en 2015. Entonces se abrieron 2.142 expedientes por quemas (un 6% más que el año pasado) y 1.511 por incumplimiento de las distancias mínimas entre las viviendas y el material vegetal combustible cercano (apenas un 3% más). El balance de la Unidad de Policía Adscrita de Galicia (UPA) del último lustro deja 8.520 denuncias por irregularidades en las quemas y 5.900 por falta de cortafuegos cerca de casas, carreteras, gasolineras o tendidos eléctricos.

La Xunta reforzó el año pasado las inspecciones sobre las quemas agrícolas realizadas por particulares ya que están detrás de un "porcentaje altísimo" de incendios forestales. En concreto, del 75% de los fuegos investigados en 2016 por la Policía Autonómica. De los 73 detenidos el año pasado por su implicación en alguno de los incendios ocurridos en los montes gallegos, un total de 18 los provocaron de manera intencionada -relacionados con la piromanía, el alcoholismo, cambio de uso del suelo y de cultivo, limpieza del monte para caza, procesos de concentración parcelaria, expropiaciones para vías de comunicación, reparto de herencias, riñas entre vecinos y familiares, forzar puestos de trabajo en la extinción de incendios, protestar por las limitaciones o restricciones de actividades en espacios naturales, entre otros motivos- y 55 se debieron a negligencias -escapes de quemas, trabajos con maquinaria agrícola o con soldadura, mantenimiento de vías de comunicación, fuegos pirotécnicos, barbacoas, quemas en vertederos o trabajos de apicultura-, según recoge la memoria de la UPA.

Perfil

La mayoría de los arrestados el año pasado por su implicación en alguno de los más de 2.700 incendios forestales declarados en Galicia -uno de los balances más bajos desde 1989, solo se registraron menos en 2008 (2.543) y en 2014 (1.236)- son varones (55). Por delitos contra el medio ambiente, tan solo fueron arrestadas seis mujeres.

El tramo horario en el que se concentraron el año pasado la mayoría de incendios forestales fue en la franja que va de las 15.00 a las 22.00 horas, lo supone casi el 46% del total. "Los incendiarios aprovechan las horas de más calor para asegurarse un inicio del fuego más fácil, mayores daños y más dificultades en las labores de extinción", advierten desde la UPA. Pero la noche también es un gran aliado de los incendiarios, ya que pueden actuar "con mayor impunidad y causar más daño". Uno de cada tres incendios se produjo de noche en 2016.