Lo llaman retamo espinoso, pero para los gallegos es un toxo. Es uno de los arbustos más conocidos de nuestro paisaje pero se ha convertido en un quebradero de cabeza para los campesinos de Páramo de Sumapaz, en la región colombiana de Cundinamarca (a 120 kilómetros al sur de Bogotá). Aseguran, en un reportaje para la televisión local, que un funcionario llevó toxos para bordear un acueducto de nueva construcción, La Regadera. "Mi papá dice que la trajeron para hacer unas cercas vivas pero nunca pensaron que iban a traer un mal tan grande, tan grande, tan grande", se queja la campesina María Gómez.

Los habitantes de la zona no saben cómo hacer frente al toxo: "la hemos quemado, cortado con machete y ¡eso sale como con más fuerza!". El problema, denuncian, es que el arbusto consume demasiada agua y ahoga los frailejones (o monje de las alturas), una especie local que apenas crece un centímetro al año y que "cumple la abnegada tarea de recoger agua". "Si no nos ponen atención vamos a perder todo, páramos y todo, porque esta mata no deja ni siquiera agua", claman a la reportera.

En el Jardín Botánico están al tanto del problema y aseguran que el espacio que han ocupado los toxos se extiende a lo largo de 15.000 hectáreas.