El ministro Zoido propone cantidad de medidas que se pueden considerar eficaces para reducir la siniestralidad de los ciclistas y, sin duda, importantes que ayudarán a frenarla en parte. Mejor algo que nada. Todas cuantas medidas vengan y reduzcan los accidentes viales son meritorias. Pero, ¿son suficientes?, ¿van a ser eficaces? o ¿cuáles faltan?

Todas las nuevas medidas me dan la sensación de comenzar a construir una casa por el tejado. Me recuerda aquellas medidas de la antigüedad que hacían modificar las conductas y los hábitos a base del látigo.

Me parece excelente vigilar, controlar, verificar, concienciar, aumentar los controles, limitar velocidades... Pero para reeducar, primero se tiene que haber informado, educado y formado bien a los ciudadanos en actitudes, comportamientos, valores y sociedad o convivencia en las vías públicas. Esos son los buenos cimientos para que el edificio sea sólido y fiable, no construido a base de remiendos y parches. Deben de ser más importantes las actitudes que las aptitudes.

Dígame señor ministro, ¿nuestra juventud está bien educada en valores, comportamientos sociales y viales? ¿Existe esta asignatura en los colegios? Sin duda, es una asignatura pendiente desde hace muchos años. Vamos muy retrasados con respecto a muchos países de Europa: Finlandia, Dinamarca, Noruega, Suecia, Austria, Alemania... En estos países, desde que son niños se les enseña a conducir las bicicletas, observar comportamientos cívicos y de convivencia en las vías a comprender y a respetar las normas, ya que son usuarios vulnerables y deben ser educados y formados en el factor más importante para el tránsito por las vías: la prevención y respeto a riesgo. En esto tendrían mucho que decir las autoescuelas.

Un ciclista por el hecho de ser dueño de la misma tiene un "derecho" de circular por las vías públicas pero también la "obligación" de conocer las normas de circulación y señales que les atañen para su convivencia, seguridad y prevención del riesgo. Creo que deberían ser educados y formados para el uso de esas máquinas. Muchos de los siniestros no son solo por actuaciones negligentes de los conductores, existen otros actores. Respecto a los conductores de automóviles, en su formación/educación en las autoescuelas debería de prestarse más atención en su formación teórica con "ciclos" obligatorios programados, controlados o vigilados por la administración para una mejor educación/formación del futuro conductor en el conocimiento de las normas y la señalización, prevención del riesgo y actuación después de la ocurrencia del mismo. A las autoescuelas se debe de ir a aprender a conducir y no a "sacar" el permiso de conducir. Todo ello para salvaguardia y seguridad del usuario de las vías públicas.

Debe de incidirse sobre la educación vial con el fin de que el ciudadano asuma la importancia del por qué de la norma y por convencimiento acepte la aplicación de la misma. Por otro lado, es necesario el control de esta aplicación.

Si las medidas van a ser eficaces, yo considero que en parte. Existe una implicación fundamental de la velocidad "inadecuada" o "excesiva"; existe un riesgo alto los fines de semana en los que los jóvenes conductores causan aproximadamente el 60% de los siniestros y también se da una relación con la ingesta de alcohol o consumo de drogas; los accidentes se producen con mayor gravedad, pero no en mayor cantidad, en las horas nocturnas; la mayor parte se dan en desplazamientos a lugares de ocio y, por último, hay más siniestros al regreso del trabajo que a la ida motivados por la fatiga o paradas en lugares indebidos.

Entre los fallos o decisiones más importantes se podría destacar: causas físicas como el cansancio, defectos sensoriales y orgánicos; causas psíquicas como falta de atención (distracciones), agresividad, competitividad, exhibicionismo; estados psicofísicos transitorios derivados del consumo del alcohol, fármacos, depresión y estrés; búsqueda intencionada del riesgo, lo cual es muy frecuente en la juventud; conductas que producen interferencia en la atención, como charlar, encender la radio, fumar, charlar por el móvil, y fundamentalmente una deficiente percepción del riesgo.

En relación con los fallos humanos el alcohol es, sin duda, uno de los mayores factores del riesgo de la conducción.

Lo más importante, como asignatura pendiente, es la educación y la formación de los conductores de cualquier tipo de máquina en sus ámbitos de intervención y actuación: en el entorno educativo, en el acceso previo a la conducción en las autoescuelas y en la actualización de conocimientos viales en el periodo de revisión de los permisos. Todo ello nos llevaría a un comportamiento cívico, responsable y seguro de los usuarios de las vías.

También sería importante la información mediante campañas de concienciación en las que se implicase a la sociedad civil en la mejora de la seguridad vial.

Por último, la relación entre la salud y la seguridad vial, vigilando las aptitudes de los conductores y la implicación de los profesionales sanitarios para conseguir las mismas, garantizando las aptitudes para la conducción de los conductores con el fin de prevenir los accidentes en el tránsito.