El incremento disparado de la deuda pública en las administraciones durante los años más duros de la crisis fue el mejor síntoma de la delicada situación de los ingresos en esa etapa de parón económico. Galicia presume de que es una de las comunidades en la que menos subió. Y así es, aunque no estuvo libre de los importantes ascensos y parece que no se va a cumplir el objetivo de la Xunta de que este 2017 será el año del comienzo de su reducción.

La deuda viva al cierre de este 2017 se situará, según la previsión del Ejecutivo autonómico, en 11.234 millones de euros: 10.894,8 millones de la Xunta y otros 339,3 millones de su administración paralela. Para 2018, serán 10.967,8 y 281,2 millones, respectivamente, lo que deja el endeudamiento rozando los 11.250 millones.

La posibilidad de tirar de la financiación ofrecida por el Estado para cubrir sus necesidades de deuda seguirá cambiando el perfil de los pasivos acumulados por la Xunta. Así, el peso de la emisión de valores sigue a la baja. De 2.616 millones en 2017 a 2.133 millones el año próximo.

Ocurre lo mismo con los préstamos con entidades financieras (incluido el Banco Europeo de Inversiones, el BEI), que caerán hasta los 2.264 millones, unos 400 millones menos. En cambio, el Fondo de Facilidad Financiera sumará 6.447,2 millones, el 57% de toda la deuda autonómica.

La Xunta asegura que cumplirá con la senda de consolidación fiscal incluso si la economía crece menos de lo previsto. ¿Cómo? Galicia no prevé consumir todo el margen de los objetivos de estabilidad presupuestaria. O, lo que es lo mismo, quedarse por debajo del déficit o pedir menos deuda de la autorizada.