La Consellería de Medio Rural tramitó más de 1.740 solicitudes para cambiar el uso forestal de una finca a agrario en el último año y medio. La transformación de montes en parcelas agrícolas o pastos se ha incrementado en la última década debido, entre otras razones, a la necesidad de las explotaciones de disponer de más forrajes para el ganado ante la subida en el precio de los piensos. En todo caso, los motivos son diferentes según cada zona y, en áreas vitivinícolas, por ejemplo, la extensión del viñedo ha ido ganado terreno al bosque.

Todos los cambios de actividad en fincas del rural deben tener el visto bueno de la Xunta. Lo más habitual es reconvertir monte en parcelas agrarias o prados y no al revés, debido a que existen muchas restricciones para transformar terrenos agrícolas en bosques. La Lei de Montes establece que solo se podrá plantar arbolado en las fincas rústicas de uso agrario "que se encuentren en estado de manifiesto abandono" y únicamente cuando son repobladas con frondosas caducifolias (robles, castaños...). Aún así, en algunos casos se hacen plantaciones ilegales en algunas zonas, lo que puede acarrear una multa de la Consellería de Medio Rural.

Por el contrario, los cambios de uso forestal a agrícola están permitidos, aunque siempre que se cumplan una serie de requisitos. Desde la Consellería de Medio Rural explican, en todo caso, que se suelen autorizar la mayoría de solicitudes.

Desde el año 2016 y hasta la fecha, la Xunta tramitó 1.745 peticiones para transformar monte en fincas agrícolas o pastos, casi la mitad de ellas procedieron de la provincia de Lugo (778). En A Coruña fueron 359, en Ourense, 354 y en la provincia de Pontevedra, 254.

En algunos casos basta con una simple comunicación a la Xunta informando del cambio de uso y en otros habrá que solicitar una autorización. Todo dependerá de la superficie y del tipo de especie que hubiese plantada en el monte, que bien pueden ser árboles o matorral. En este sentido, la Lei de Montes simplificó en 2012 la tramitación y los requisitos para convertir en agrarios terrenos forestales.

En todo caso, cuando se exige una autorización, los técnicos de Medio Rural analizan al detalle cada solicitud para asegurarse de que se cumplen los requisitos. De esta forma, explican, por ejemplo, que se debe guardar una distancia mínima entre las superficies forestales y las agrarias, de manera que si se transforma una franja de monte en un cultivo y está rodeada de bosque, esto puede acarrear conflictos con los propietarios colindantes.

El director de la Escola de Enxeñaría Forestal, Juan Picos, explica que en los últimos diez años se ha incrementado el cambio de uso forestal a agrícola en Galicia. "Sobre todo en las zonas de viñedo, mientras que en la áreas de actividad láctea se han extendido los prados para forrajes. Las explotaciones ganaderas intentan así ahorrar costes ante el incremento registrado en el precio de los piensos en los últimos años", explica el profesor. Una vez transformada en parcela agraria, en estos terrenos ya no podrán volver al uso forestal.

Pese al repunte del uso agrícola, Galicia continúa perdiendo tierra agraria. La última Encuesta sobre la estructura de las explotaciones agrícolas, con datos de 2013, revela que el agro gallego se quedó sin 69.104 hectáreas para cultivar, 18 veces la extensión de una ciudad como A Coruña. Apenas el 20% del territorio gallego se destina a usos agrícolas, uno de los porcentajes más bajos de toda Europa, sobre todo en comparación con otros países como Francia, donde supone el 40%.

En un mercado marcado por la competitividad, las más perjudicadas por la crisis del rural han sido las pequeñas explotaciones. Lo mismo ocurre con la superficie agraria. Si la tierra cultivada por explotaciones pequeñas descendió en un 45% -de 163.240 a 90.694 hectáreas-, la extensión controlada por las grandes instalaciones se duplicó de 2003 a 2013 desde las 21.684 a las 48.126 hectáreas.