La lucha biológica que Galicia urge contra la plaga de la psila a fricana de los cítricos, más conocida como el dragón amarillo, no tendrá sus primeros efectos hasta dentro de cinco años. Para hacerle frente solo haría falta un parasitoide procedente de África, la tamarixia dryi, que sería criado en los laboratorios de la Estación Fitopatolóxica de O Areeiro de Lourizán, que ya lidera la investigación en este sentido a nivel nacional. La duración de los tiempos dependerá del Ministerio de Agricultura y de una burocracia que puede frenar esta plaga antes de que se propague desde Galicia, única comunidad afectada de la Península, a otros lugares donde estos frutales son un medio de vida, como Levante. Investigadores de ambas zonas del país están en contacto para mantener bajo control a un insecto que se alimenta de la savia de los cítricos.

"La lucha química la conocemos todos, pero la biológica no es tan sencilla. Hay que hacer una cría en laboratorios que a veces va muy bien, ya que con la suelta se va propagando de forma natural", explica Pedro Mansilla, jefe de servicio en O Areeiro. Pero, según apunta, "también tiene sus complicaciones, ya que cuando se realiza una cría de este tipo se le está dando lo mejor como se lo darías a un niño en una incubadora: alimento, buena temperatura? Pero de golpe y porrazo a ese niño lo tienes que soltar en la naturaleza, donde unos días hace frío y otros no. Hoy a lo mejor puede comer, pero mañana no. Se tiene que adaptar al medio para empezar a multiplicarse para empezar a controlar lo que queremos que controle".

Pese a que en agosto de 2014 se observaron los primeros síntomas sobre limoneros en la provincia de Pontevedra y se inició un muestreo de dispersión de la plaga, que continúa en la actualidad, aún podrían pasar varios años hasta que se ponga en marcha la lucha sin insecticidas.

Buena parte del tiempo dependerá de trámites de carácter administrativo y de los permisos otorgados por el Ministerio, mientras que en la cría y preparación para la suelta del parasitoide podrían invertirse varios años más. Esto sumaría, según Mansilla, una media de cinco años, demasiado plazo para hacer frente a una plaga que amenaza con extenderse.