Los bomberos de A Coruña comenzaron a recibir whatsApps y llamadas el domingo a última hora de la noche. Las llamas en el sur estaban descontroladas y toda ayuda era poca. A las doce de la noche tres camiones y nueve efectivos partieron de A Grela rumbo a la zona de Ponteareas, una de las más afectadas por las llamas en el sur de Galicia, cerca de Portugal. Al llegar se pusieron a las órdenes del dispositivo, moviéndose de aldea en aldea para luchar contra las llamas.

"El domingo se dio una situación de muchísimo viento y fue muy complicado porque hizo cambiar mucho el fuego y la dirección. La intensidad también aumenta. Ardió muchísimo", explica el sargento de Bomberos de A Coruña, Francisco Rodríguez, quien se desplazó a la zona catastrófica el lunes a las nueve de la mañana junto con otros compañeros para relevar a los efectivos desplegados de madrugada. Rodríguez confiesa que le impresionó el escenario. "Recuerdo la sensación cuando llegamos, el ver la zona totalmente cargada de humo. Yo nunca estuve en ninguna guerra, pero es un escenario de drama, de algo bélico. No ves, solo hay humo por todos los lados. Se respira humo y la gente medio se acostumbra a esa situación dramática, no ves el sol, no ves las casas, es una cosa muy curiosa, como si fuese niebla, pero es humo. Me impresionó el ambiente bélico", cuenta el bombero de A Coruña, al tiempo que destaca lo "cuidados y bien protegidos" que estaban los montes antes de arder.

"Me di cuenta de que esas poblaciones rurales vivían mucho del monte. Estaban muy afectados porque perdieron todo. Todo el trabajo que hacen para cuidar el monte, las carballeiras, los animales... las pérdidas son irreparables. Da mucha pena. Se recordará históricamente porque esa zona quedó muy afectada", indica el sargento, quien trabajó junto con sus ocho compañeros "13 horas ininterrumpidas", moviéndose de núcleo en núcleo, casi siempre acompañados por personal o vecinos de la zona. Tan solo comieron un bocadillo el lunes a las 17.30 horas "malamente en el monte". Hasta las dos y media de la madrugada no llegaron a A Coruña. "Fue un día muy duro. Llegamos cansados, pero muy satisfechos de poder ayudar a toda una comunidad de vecinos y a una aldea que nos necesitaba", cuenta.

Rodríguez explica que, aunque "lo fuerte" fue el domingo, el lunes "quedaba todavía fuego o se originaban nuevos y se propagaban rodeando aldeas". Por la mañana realizaron labores de refrigeración, de atención a los vecinos, y consiguieron extinguir las llamas que discurrían hacia unas naves en la zona de O Cabaleiro. La intervención más complicada, según Rodríguez, fue en una aldea cercana a Ponteareas "muy metida en el monte".

"Nos llamó la jefa de zona para que nos desplazásemos. Estaba bajando todo un frente de fuego hacia las casas. Al llegar había bomberos, pero no entraban los camiones. Intentábamos meter el vehículo como fuese para proteger a la población, y al final, lo conseguimos. Allí estuvimos mano a mano con vecinos, brigadas, fue la zona donde más trabajamos. Cinco horas ininterrumpidas", relata Rodríguez, quien asegura que aunque empezó a llover, continuaron con el trabajo. "No podíamos dejarlo así. Teníamos que estar con los vecinos", señala. "La gente que vive en el rural sabe que tiene que defender sus casas y sus montes y no los abandona. Había mangueras, sulfatadoras, tractores con depósitos de agua, había de todo, la gente se organiza", comenta el sargento, quien niega que el lunes hubiese escasez de medios.

El bombero de A Coruña destaca que durante la intervención se dio cuenta de que ante una catástrofe así hay que dejar ayudara los vecinos. "Es bueno que te echen una mano, sin ponerse en riesgo, lógicamente, pero es bueno para ellos. Nos traían agua con cubos, hacían cadenas, traían ramas, vigilaban. Así también estaban entretenidos", comenta. Rodríguez asegura que hay que remontarse a 2006 para recordar una situación "similar" en Galicia. Tardará en olvidarlo.