Si en la naturaleza hiciesen concursos de belleza por especies, los ejemplares de Quercus robur -roble gallego- que viven en diez carballeiras privilegiadas de la comunidad se alzarían con los primeros premios. Su material genético, su copa, su fuste recto, su vitalidad... todos son criterios que utilizan los expertos para definir su calidad y que provocan que fueran elegidos para ser los progenitores de una numerosa descendencia que se reparte en tres parcelas de titularidad pública de la comunidad y con la que la Xunta, apoyada por el Centro de Investigación Forestal de Lourizán y la Fundación Juana de Vega, busca promover la variante autóctona, local, para futuras repoblaciones o jardines.

Como explica Enrique Martínez, director del centro de Lourizán, a veces, por "comodidad" y porque están disponibles, se recurre a plantas foráneas, sobre todo de países productores como Francia o Bélgica, cuando la especie es "emblemática" para la comunidad. No es que se trate de una especie diferente, también son Quercus robur, pero no pertenecen a un linaje de la autonomía, que es lo que el Ejecutivo gallego, con la ayuda económica de la Fundación Juana de Vega, quiere incentivar. "Lo ideal es trabajar con material de aquí", indica Martínez. Este recurre a una metáfora con el sector automovilístico: "Aunque se trate de un mismo modelos de Citroën, uno está fabricado en Galicia y otro en Francia".

La Xunta destaca que el trabajo va en la línea de lo marcado en la revisión del Plan Forestal de Galicia, que pretende aumentar la superficie arbolada ocupada por pinares y bosques de frondosas caducifolias para favorecer sobre todo bosques de especies propias, como los carballos, frente a la expansión de especies foráneas. Al servicio de esta idea se han puesto tres terrenos: uno de 9.500 metros cuadrados en el concello coruñés de Santa Comba; otro de 6.959 metros cuadrados en Chantada (Lugo) y, uno de 9.968 en Trasmiras (Ourense).

Las parcelas solo tienen en común el hecho de que son de titularidad pública autonómica y se ubican en áreas periurbanas, para que en el futuro, cuando dejen de estar protegidas para garantizar la viabilidad de la plantación, puedan ser disfrutadas por los vecinos. Por lo demás, se trata de que sean diferentes, para ver cómo se comportan y evolucionan en tres zonas climáticas diferentes los robles procedentes de los diez rodales selectos: A Fonsagrada, Agolada, Avión, Baños de Molgas, Becerreá, Castroverde, Lalín, Paderne de Allariz, Triacastela y Vilalba.

Hasta esas tres parcelas solo llega una élite que constituirá la "colección". El proceso es duro, como una oposición. Solo pueden quedar los mejores. El primer filtro se produce en la elección de los árboles progenitores, que proceden de las carballeiras escogidas, ahora solo "reductos" por una falta de "silvicultura adecuada". De la decena de bosques se recogieron 24.000 bellotas y no solo del suelo. Hasta se trepó para llegar hasta ellas, cuando hizo falta, en los ejemplares más espléndidos.

Esas semillas acabaron en dos viveros (Lugo y Pontevedra) donde crecieron un par de años, hasta tener un metro (dos en casos excepcionales). Ahora han sido trasplantadas en los terrenos que serán su hogar y que los verán como robles adultos en 50 años, aunque podrán producir su primera bellota en 20. Pero no llegaron ahí las 24.000 semillas. Antes, explica Martínez, se hizo otra selección entre las plántulas (robles en su primera fase de desarrollo) que brotaron y que crecían "mejor". Al igual que los tratantes miraban los dientes del ganado, los investigadores examinan si la criatura crece "vigorosa", brota bien, tiene un buen cuello de raíz... Al final, al campo llegaron entre 5.000 y 6.000. Pero esas tampoco serán todas las que se convertirán en los progenitores de la futura descendencia de carballos de linaje autóctono, que es lo que se busca fomentar. Algunas morirán en el proceso de adaptación a su nueva tierra y otras se escogerán. En todo caso, Lourizán vigilará su evolución y su trazabilidad.