Loli Rodríguez es apicultora, pero en su currículum hay varias vidas: primero hizo Náutica, e incluso trabajó en el servicio de guardacostas y fue "una de las primeras mujeres de Galicia" en formarse para capitán; luego montó una empresa de eventos y después llegó el paro y se enteró de que una comunidad de montes iba a plantar castaños con raíces micorrizados para recoger setas.

"La miel de castaña es muy apreciada y cotizada", alega, y además había subvenciones para apoyarla. "Logré que me la concedieran y ahora toca trabajar", explica, pero tendrá que esperar un poco por las abejas, a abril o junio. El año pasado las velutinas se lo hicieron pasar mal. Pueden aniquilar colmenas enteras, cuenta, y a su padre le pasó. Es un "riesgo" que afrontará, pero no la arredra. Empieza con 180 colmenas, si bien su "compromiso" con la Xunta es llegar a las 300 en dos años.

Pese a que su padre tiene una experiencia de 20 años con colmenas, a Loli le encanta estudiar y cree que el rural precisa formación "continua" y no solo tradición. A cambio, ofrece "ventajas": "Creo que es un trabajo que te puede dar una oportunidad de tener una conciliación familiar real porque tú organizas tu tiempo". Además opina que "tiene futuro". En el caso de la miel, explica, Galicia no es capaz de producir todo lo que consume y además exporta. "La gente vuelve al rural porque no todos podemos ser informáticos ni Bill Gates", señala, "y además la miel y los productos ecológicos se están poniendo muy de moda".