La crisis pasó factura a todos los bolsillos y obligó a apretarse el cada vez más ajustado cinturón. Las administraciones no se quedaron al margen de los recortes y tuvieron que echar mano de la calculadora para hacer frente a la merma de ingresos tras el estallido de la burbuja inmobiliaria y el tijeretazo en las transferencias del Estado. Y lo hicieron poniendo bajo la lupa cada gasto, metiendo la tijera en las inversiones y tirando de impuestos y tasas. El principal antídoto de los ayuntamientos para combatir el ahogo financiero de sus arcas vino de la recaudación tributaria. El llamado catastrazo de Hacienda, que ha hecho aflorar más de 340.000 inmuebles en Galicia -casi 124.000 en la provincia de A Coruña- y todavía quedan pendiente la inspección en 79 concellos, el aumento del IBI -en algunos concellos de hasta el 10%-, el mayor control de los ayuntamientos sobre el impuesto de plusvalía por las operaciones en suelo urbano o la creación de nuevas tasas, como la celebración de bodas civiles han sido permitido paliar la merma de ingresos municipales durante los años más duros de la recesión y cerrar cada ejercicio con una recaudación al alza. Los ayuntamientos gallegos ingresan cerca de 1.300 millones en impuestos y tasas, un 23,5% más que en época de bonanza, lo que la convierte en la cuarta comunidad donde más ha crecido la presión fiscal local desde 2008 con casi cinco puntos por encima de la media nacional (18,7%).

A la cabeza del incremento fiscal en este periodo se coloca Canarias (+49%), seguida de Madrid (31,4%) y Baleares (29,4%). La excepción, Navarra y País Vasco, los únicos territorios donde la recaudación tributaria en sus ayuntamientos ha caído (-9,7% y -13,7%, respectivamente), según los datos definitivos publicados por Hacienda de la liquidación de los presupuestos municipales de 2016, el último ejercicio cerrado. La previsión que manejaban las administraciones locales gallegas en las cuentas de 2017 supone un ligero repunte respecto al año anterior (1.290,3 millones frente a los 1.287,8 millones), aunque la liquidación de los presupuestos de ese ejercicio no se cerrará hasta finales de este año.

Exprimir los gravámenes municipales y la creación de nuevos tributos fue clave para inyectar fondos a las arcas municipales. Si en 2008, la recaudación de impuestos de los ayuntamientos gallegos sobre el total de ingresos en sus arcas representaba un 46%, en la actualidad ya supera el 56%, diez puntos más que antes del estallido de la crisis. Desde entonces el peso tributario fue al alza y en 2015 ya representaba más de la mitad de los fondos que entraban en las cuentas municipales (54,5%).

La revisión catastral de los bienes inmuebles inscritos en cada ayuntamiento durante los últimos años llevó a una revisión al alza de los coeficientes, que se tradujo en un aumento del recibo del IBI -conocido como contribución- y también del impuesto de plusvalía, que se aplica en cada venta de inmuebles en suelo urbano. En Galicia, este ajuste tuvo una mayor incidencia fiscal que en ayuntamientos de otras comunidades ya que los tipos eran más bajos, según fuentes municipales.

Junto con la revisión de los tipos del IBI para ajustarlos a los valores reales de mercado, Hacienda inició hace cinco año el rastreo de nuevas construcciones, ampliaciones, rehabilitaciones o cambios de uso sin declarar. ¿Los efectos? Los ingresos por el recibo del IBI en Galicia superan ya los 525 millones, un 52% más que los 345,6 millones recaudados en 2008. O lo que es lo mismo, cuatro de cada diez euros que recaudan los concellos en impuestos procede del IBI.

Otro de los tributos que año tras año baten récord de recaudación en Galicia es la plusvalía, que pasó de apenas 27 millones antes de la crisis a más de 47,6 en 2008, casi un 80% más.

Durante este periodo fueron los impuestos directos, entre ellos el IBI, el que se aplica sobre bienes inmuebles de características especiales (BICES), sobre vehículos, sobre actividades económicas o el de plusvalía- los que más ingresos generaron y más crecieron: 831,7 millones, un 40% más que los 593,8 millones en 2008. Y las tasas aumentaron casi un 18%, hasta alcanzar los 412,6 millones. Por el contrario, los impuestos indirectos -IVA, sobre alcohol, tabaco o hidrocarburos- dejaron en las arcas municipales gallegas 43,5 millones frente a los 97,6 de hace diez años (-55,5%).