Peter Eisenman se descargó ayer ante la comisión que investiga las obras de la Cidade da Cultura de cualquier responsabilidad por el incremento de plazos y costes del complejo e insistió en que un arquitecto "hace lo que le dice su cliente", en alusión a la Xunta de Galicia, a la que definió como "estricta", un calificativo que aplicó tanto a la gobernada por el Partido Popular como la actual. En ningún momento, señaló, se le dio "carta blanca" para gastar lo que quisiera. Metáforas de por medio, el neoyorquino descartó que los desmanes en los plazos y los presupuestos, que pasaron de 108 millones de euros iniciales a 132 en una primera fase para finalmente llegar a los 380 millones, tuvieran que ver con él. Así, aseveró que él se considera el "capitán de un barco", que sería "el proyecto de la Cidade da Cultura", y que su "responsabilidad", de la que no reniega, "es llevar el barco".

Eisenman recurrió a varios ejemplos más, todos ellos relativos a otros proyectos personales que él ha llevado, para explicar que "el cliente te dice lo que tienes que hacer" y que los arquitectos "no son responsables de la toma de decisiones de cuando un proyecto aumenta su volumen o sus costes". "Estas son decisiones que el cliente tiene que tomar" y los arquitectos, aclaró, sólo pueden optar entre "aceptar lo que el cliente pide o dejar el proyecto".

Ante las preguntas del BNG y el PSdeG sobre la libertad dada por la anterior Xunta, precisó que "si tienen la sensación que me dio barra libre, ése no es el Pérez Varela que conocí". En ese sentido, Eisenman explicó que no tuvo "carta blanca" de los gestores populares para "gastar el dinero que quisiera" y que, tanto el anterior Gobierno popular como el actual, son clientes "estrictos, duros".

El arquitecto hizo hincapié en que "en todo momento hicimos que el cliente tuviese claro que el proyecto aumentaba de volumen y de costes", para añadir que los honorarios de su firma "no estaban ligados a estos incrementos". "Creo que el aumento de costes es algo que sucedió como parte de un proceso natural en cualquier creación", explicó, recordando que de los 55.000 metros cuadrados de la previsión inicial se había pasado a 140.000. A los seis meses de trabajo sobre las bases fijadas en el concurso, dijo, "fuimos conscientes de que tiempo, presupuesto y dimensiones del proyecto no estaban bien definidos".

"Siempre se añaden cosas porque un concurso de ideas no es un proyecto final", respondió Eisenman a una pregunta del parlamentario del BNG, Xosé Ramón Paz Antón en la que éste pedía responsabilidades a la anterior Xunta por los cambios. "Creo que la gestión fue tan inteligente antes como ahora. No creo que nuestras condiciones de trabajo sean diferentes con el Gobierno actual que con el anterior", argumentó.

Para Eisenman, que aseguró "estar dispuesto a cualquier cosa por defender la integridad" de su proyecto, el complejo del Gaiás "da oportunidad a Galicia para estar en primera línea mundial", incluso en economía, ya que "el turismo de arquitectura se convirtió ya en un motor cultural y artístico en todo el mundo". En ese sentido animó a los parlamentarios a ayudarle y buscar un "consenso", que él considera "posible", para que la Cidade da Cultura llegue a buen puerto, ya que considera que la obra tiene "un potencial magnífico".

Por otra parte, W. Kurt Forster, miembro del jurado del concurso de ideas para la Cidade da Cultura, que intervino en la comisión por la mañana, antes de Eisenman, aseguró ayer que el proyecto es "especial y único" y que el reto consiste en atraer visitantes y estudiar cómo se va a "mantener y financiar".