Algunos cementerios de A Costa da Morte han revolucionado la imagen de lugares lúgubres y tenebrosos concebida durante siglos. En la pequeña localidad de Dumbría se encuentra el último ejemplo, donde en estos momentos se rematan las obras de un camposanto a la última, donde destacan las lápidas multicolores, llenas de luz y donde predominan los colores intensos y llamativos. En total cuenta con 216 nichos, cada lápida tiene un color diferente con una cubierta traslúcida, con placas que imitan las ramas de los árboles para moverse de forma independiente con la fuerza del viento, lo que permite una perfecta integración en el paisaje boscoso en el que se encuentra.

Además de la necrópolis, se construye un tanatorio y un horno incinerador, que lo convertirá en el primer servicio de ese tipo en la zona. La construcción del complejo fúnebre, que se ubica en el lugar de Estimán, fue posible gracias a la aportación económica de la Diputación, puesto que el total de las obras ronda los dos millones de euros. Actualmente todos los panteones fueron vendidos, por un importe de 3.000 euros cada uno (cada panteón cuenta con cuatro nichos).

El camposanto fue diseñado por la arquitecta pontevedresa Rosana Pichel. Éste será el segundo cementerio municipal de Dumbría, un ayuntamiento rural de menos de 4.000 habitantes. Las instalaciones estarán totalmente listas en unos meses.

En Fisterra se encuentra otra de las necrópolis emblemáticas de la comarca, una obra diseñada por el arquitecto César Portela por la que recibió numerosos premios y reconocimientos, sobre todo en el extranjero. Aún así, las instalaciones agonizan a los pies del monte Cabo, un lugar con unas vistas privilegiadas para descansar eternamente. Las obras arrancaron hace trece años y finalizaron hace once. Desde entonces, el lugar está totalmente abandonado, se necesitan nuevas obras para que sea operativo y una inversión de varios miles de euros más que todavía no se sabe cuándo llegará.

El complejo salta a la vista en la carretera de acceso al faro, puesto que en la ladera se levantan catorce enormes cubos de hormigón que contienen un total de 168 nichos, además de otros bloques pensados para ubicar un tanatorio, una sala de autopsias y una capilla. Uno de los primeros obstáculos con los que se topó el camposanto fue la demora en entregarlo al Concello, ya que no se hizo hasta seis años después de estar rematado. Después había que solucionar la falta de acometida eléctrica, puesto que por la zona sólo pasaba una línea propiedad de la Autoridad Portuaria. Tras años de trámites burocráticos, ese problema quedó resuelto finalmente, pero la necrópolis sigue cerrada y sin ninguna previsión de que pueda abrir a corto plazo.

El complejo de Fisterra

El alcalde, José Manuel Traba, reconoce que a pesar del paso de los años, las instalaciones se encuentran muy bien conservadas y sólo hay que solucionar algunos problemas por la humedad. Asegura que antes de abrir la necrópolis hay que iluminar la zona y construir un cierre para delimitar el lugar, como ocurre con todos los complejos de este tipo. Además, insiste en que las modernas instalaciones requieren un tratamiento especial, por lo que habrá que elaborar una ordenanza en la que se especifique el tipo de lápidas que se tendrán que utilizar y otros detalles a tener en cuenta para los futuros propietarios, ya que de momento no se puso ningún nicho a la venta, a pesar de que el cementerio actual se queda demasiado pequeño para la demanda vecinal. El regidor admite que es necesario acometer una nueva fase, tal como estaba previsto en el proyecto inicial, aunque apuesta a que se haga según la demanda que exista. Y por ahora desconoce cuándo estará operativa la obra maestra de Portela.