Verano de 1896. Mera es una pequeña aldea de pescadores, tranquila y tradicional, pero llega una de las grandes mujeres de la historia, la coruñesa Sofía Casanova, con su marido, el aristócrata profesor y diplomático polaco Vicente Lutoslawki y sus hijas. La localidad sufre una revolución. El extranjero se bañaba en el mar y tomaba el sol desnudo para escándalo del vecindario y la dama organizaba tertulias a las que acudían reconocidos intelectuales. En Mera superó una depresión y tuvo a su única hija gallega esta escritora y periodista que en su día fue propuesta para el Premio Nobel de Literatura. Hoy, 150 años después de su nacimiento, se organizan actos en recuerdo de esta extraordinaria y desconocida mujer. La biblioteca de Santa Cruz, en As Torres, le dedica estos días un pequeño homenaje.

Sofía Casanova, que como periodista relató los acontecimientos históricos más importantes del siglo XX (entrevistó a Trotsky, estuvo en el frente polaco y vivió las dos grandes guerras mundiales), llegó con su familia a la localidad de Mera en el verano de 1896 porque su marido creía que en su Galicia natal y con un buen clima se recuperaría de la depresión en que cayó tras la muerte de su hija pequeña, Yadwiga, en Polonia. También se iría a vivir con ellos la madre de Sofía, Doña Rosa, y en distintas épocas, más familiares y amigos de la pareja.

Durante casi dos años el matrimonio residió de alquiler en la vivienda de Casilda Rey García, una casa frente al paseo marítimo de Mera derribada hace poco para construir un edificio moderno, que tenía una galería acristalada en la fachada. La profesora Rosario Martínez Martínez, en su libro Sofía Casanova, Mito y Literatura, realiza una exhaustiva investigación de la vida de Casanova y de su etapa en Mera e incluso entrevistó a la hija de Casilda, la casera, y su nieta. La dueña de la casa, Manuela, le contó que llegó a ser buena amiga de la escritora y que a ésta le encantaban los callos que preparaba.

Manuela y su nieta le relataron también a esta investigadora que el marido de Sofía se pasaba el día en las rocas de la playa y junto al faro, tomando el sol, leyendo y escribiendo. En Mera Lutoslawski escribió su obra cumbre, sobre Platón, mientras ella poco a poco recuperó el ánimo y la inspiración e incluso escribió en el arenal oleirense un poema dedicado a su hija fallecida que incluyó en el libro Fugaces.

Sofía Casanova estuvo casi dos años en Mera y después regresó a Polonia pero volvió en otras ocasiones a veranear a esta localidad y se alojó en otras viviendas de la zona. Una de estas casas en las que residió fue la de las Chulucas, un inmueble con galería en su fachada sostenida por cuatro columnas y en la que se ubicaba el café y hospedaje Miramar. También en otra ocasión la familia alquiló una vivienda justo detrás de la capilla de Santa Ana, según dejó registrado José Luis Bugallal en sus escritos pues coincidió de niño con la familia de la escritora en Mera. Estas dos casas aún están hoy en pie.

Durante su estancia en Mera Sofía tuvo a su última hija, Halina, a la que llamaba la meracha. En esta localidad oleirense Sofía y su marido continuaron su actividad literaria e intelectual y se reunían en la casa de Casilda con personalidades como el hispanista británico James Fitzmaurice-Kelly, el filólogo y arqueólogo Eduardo S.Dodgson y los poetas polacos Tadeusz Micinski y Stanslaw Przybyszewski.

Esta mujer que hablaba ocho idiomas y fue corresponsal de guerra para el diario ABC, además de ser anfitriona de importantes personalidades del extranjero, al residir en Mera estrechó relaciones con intelectuales gallegas como Emilia Pardo Bazán, cuando estaba en Meirás (Sada), Fanny Garrido (en el pazo de Lóngora) o Filomena Dato en Moruxo (Bergondo). La escritora también acudía desde Mera a las tertulias de la librería de Carré Aldao en A Coruña, la denominada Cova Céltica, presididas por Manuel Murguía.

Según Lois Pérez Leira de la CIG, que realizó un trabajo sobre la escritora (con imágenes de ella en Montrove y de su vivienda en Mera del Arquivo da Emigración), la autora en estas tertulias se concienció sobre la necesidad de conservar e impulsar la cultura y lengua gallegas, al igual que había asumido la causa nacionalista polaca.