Arteixo esconde un pasado evangélico que se remonta al último cuarto del siglo XIX. Muestra de ello es el cementerio protestante de Loureda, un pequeño camposanto de cerca de noventa metros cuadrados de extensión que fue construido en torno al año 1885 por Roque García Fuentes, según recoge el libro Alcaldes de Arteixo (1836-1998), escrito por el párroco de Morás Manuel Blanco, con un coste de 393,75 pesetas que sufragó el Ayuntamiento.

Cerca de diez personas recibieron sepultura en este cementerio, que carece de panteones o lápidas. La primera de ellas fue la vecina de Loureda Lorenza Calzado Pallas, enterrada el 3 de enero de 1887. Según se recoge en la obra Alcaldes de Arteixo (1836-1998), esta mujer tuvo una vida "curiosa" que incluyó dos viajes a Montevideo, Uruguay. A ella se le atribuye la fundación del grupo evangélico de Caión, en A Laracha.

Los restos de Juan Balay Martínez también descansan en este camposanto. Este vecino de Loureda se convirtió en protestante sobre 1878, según datos que incluye Manuel Blanco en su obra, lo que generó controversia en el municipio, que derivó en una queja de los concejales de Arteixo sobre su comportamiento ante el Gobernador Civil.

De la polémica suscitada por la propagación de la fe evangélica en Arteixo se hizo eco un periódico local el 28 de junio de 1889, en un artículo en el que se hace referencia a una disputa entre el pastor protestante y el cura de la parroquia, respaldado por el alcalde, que increpó a varios feligreses protestantes por trabajar la tierra el día de San Juan. "Ninguno de dichos señores debe ignorar que en Arteijo (sic) y en todas partes hay libertad de cultos", defiende la noticia.

Desde hace cerca de cuarenta años Manuel González se encarga de adecentar el cementerio. No profesa la religión evangélica ni tampoco recibe ningún tipo de remuneración por su trabajo. Limpia el camposanto simplemente porque, afirma, "no me cuesta nada". Manuel González reside en una vivienda anexa al camposanto que, recuerda, fue remodelado hace cerca de nueve años. "Hace poco que le añadieron los azulejos con las letras", apostilla. Lo poco que conoce de la historia del camposanto es gracias a su suegra. "La primera vez que me metí ahí, las hierbas sobrepasaban mi cabeza", apunta. Desde entonces, con cierta frecuencia, recorta la maleza. "De vez en cuando se pasan por aquí los protestantes, que me dan las gracias por cuidar del cementerio", añade.