Solo el mar bravo debe erigirse en un escollo para subirse a la tabla y cabalgar sobre las olas. Es el espíritu que guía la campaña para los niños con menos recursos que ha puesto en marcha la escuela coruñesa de surf Namarea. Los primeros en disfrutar de esta iniciativa solidaria han sido los menores de un centro de acogida. La escuela puso el material. La playa de Miño, las olas. Y los pequeños, las ganas.

La ilusión venció al frío. "Había una niña de seis o siete años que llevaba un traje que le quedaba grande y se estaba muriendo de frío. Estaba tiritando. Le mandé salir porque se iba a congelar; pero me dijo que no, que no tenía frío y me pidió por favor que la dejase quedarse un poco más en el agua", relata Fran, integrante de la escuela y promotor de la iniciativa.

"Yo cada vez voy menos a surfear y solo me meto con material nuevo y si las condiciones son muy buenas. Y como yo, un montón de gente, pero a estos niños lo que le sobran son ganas", relata Fran. Durante las horas que duró la actividad, los jóvenes le perdieron el miedo a tropezar con las olas. A caer. Y aprendieron a levantarse. "Cuanto más rápido, mejor". Se esmeraron en buscar el canal, esa zona en la que no rompen las olas y donde resulta sencillo coger impulso remontar y alcanzar el pico, el break point. Con ayuda de los monitores, los jóvenes riders se aplicaron en interpretar el viento, que cuando sopla hacia el mar invita a disfrutar de las olas.

No solo aprendieron, los chavales también les dieron alguna lección a los integrantes de Namarea. "Los niños te trasmiten una alegría que muy pocas veces encuentras en los adultos. Las mayores carencias que tienen no son las materiales. Las monjas les proporcionan cuidados y cariño, pero la falta de una familia se nota; crecen con problemas de autoestima e inseguridades; pero han aprendido a formar una gran familia", relata Fran, que ya es la segunda vez que les lleva a practicar surf: "Nosotros no queremos que ningún niño deje de probar el surf por no tener dinero. Esperamos que la ecología y la solidaridad se pongan de moda".

La iniciativa, advierte, no supone un gran coste. Solo tiempo y ganas. "Nos cuesta poco a los que tenemos escuelas y lo recuperamos de sobra con la publicidad que recibimos a cambio. La experiencia merece la pena", defiende. Desde Namarea hacen un llamamiento a otras escuelas a subirse a esta ola solidaria. "En Galicia hay un montón de escuelas. Si cada una lo hiciese una vez al año, con diez niños, por ejemplo, más de mil chavales sin recursos podrían probar el surf".

Sus cuentas han convencido a un numeroso grupo de voluntarios, que colaboran en la iniciativa. Ahora solo esperan que el viento sople a su favor y ayude a propagar por el litoral gallego esta ola solidaria.