El balneario de Arteixo vivió su época de mayor esplendor a comienzos del siglo pasado. Muchos fueron los huéspedes ilustres que albergó en aquel entonces este lugar que se convirtió en el centro neurálgico del municipio. El director gerente de la empresa Aguas de la Coruña -constituida en 1903-, Ricardo Fernández Cuevas i Salorio o el banquero Narciso Obanza Alonso fueron algunos de ellos, tal y como recogen Xabier Maceiras y Fernando Patricio en su libro De Liverpool ás Sisargas. A derradeira travesía do Priam.

También uno de los promotores del puerto de A Coruña, Raimundo Molina, acudió acompañado de su mujer, Evarista, y su hijo Alfonso a disfrutar de las aguas termales de Arteixo. Una visita que dejó huella en las conocidas instalaciones ya que el pequeño grabó su nombre en la parte trasera de uno de los pianos del balneario. En él se puede leer: Alfonso Molina 16 agosto de 1921. Un hecho que quedaría en una mera travesura infantil si no fuera por que, con el paso de los años, el pequeño llegó a ser alcalde de A Coruña.

Se trata de Alfonso Molina Brandao, que estuvo al frente del Gobierno de la ciudad desde 1947 hasta 1958 y fue uno de los mandatario más populares de la urbe herculina por su cercanía, su carácter festivo y su gusto por la noche. Una predilección que le llevó a establecer horarios de trabajo que no eran del gusto del resto de la Corporación local.

Conocida es la necesidad que sienten muchos preadolescentes y adolescentes por dejar su huella allá por donde pasan. Un ansia que sufre normalmente el mobiliario: pupitres o puertas de aseos son los lugares preferidos. Pero Alfonso Molina fue más allá y optó por un objeto más musical. A sus trece años de edad y durante una estancia estival en el balneario de Arteixo, el que fue el promotor de la entrada de Lavedra grabó su nombre en un piano. Para la posteridad.