La playa de Bastiagueiro se convirtió ayer en el punto de encuentro para el medio centenar de niños procedentes de Chernóbil que pasan este verano en tierras gallegas con familias de acogida. Era la primera vez que se veían entre ellos desde que aterrizaron en la comunidad, por lo que la jornada les valió para dejar la vergüenza a un lado e intercambiar las experiencias vividas hasta el momento. Pero el encuentro sirvió para mucho más. Los más pequeños, de entre cinco y diez años, pudieron aprender kayak, mientras que los mayores -de hasta 16 años- realizaron su primera experiencia en el mundo del surf. Todos quedaron así bautizados en el mar.

Algunos de los pequeños no podían ocultar en la mañana de ayer la ilusión que les producía el encuentro. Ya no solo por el hecho de conocerse y poder mantener conversaciones en su idioma materno, sino también por el escenario en el que se desarrollaron las actividades. Y es que los menores procedentes de Chernóbil no están acostumbrados a tener el mar ante sus ojos. "Todos vienen y se quedan embobados al verlo. Estás acostumbrados a ver el mar solo por la tele", comenta Alberto Bolibar, un vecino oleirense que acoge en su casa a una pequeña.

En total, son 66 los niños que este verano visitan Galicia, aunque ayer asistiesen solo 50 a la cita. Y del total, casi la mitad de los pequeños son acogidos por vecinos de la provincia de A Coruña, algunos de ellos en Oleiros. Pero esta no es la primera vez que los chavales visitan la comunidad. Según explica Bolibar, los niños vienen por primera vez con seis años, y cada verano repiten la experiencia con la misma familia de acogida hasta cumplir los 16. Y todo gracias al esfuerzo de la asociación Ledicia Cativa, que trabaja desde hace ya veinte años en la organización de esta iniciativa.

Todos los pequeños proceden de Briansk, una zona situada en la frontera con Ucrania y de las más afectadas por la radiación consecuente del desastre nuclear de 1986. Su visita a Galicia supone "una cura de desintoxicación" de la contaminación de la tierra de la que proceden. "Un mes aquí supone para ellos un año más de vida. Allí la edad media es de cincuenta y poco años", comenta Bolibar.

Y la de ayer fue una jornada que no olvidarán, especialmente los ocho pequeños que pisaron este verano por primera vez tierras gallegas. "Es una buena oportunidad para que se suelten, ya que les cuesta un poco más adaptarse al español. También les viene muy bien a las familias que les acogen, que reciben apoyo e intercambian sus primeras experiencias con los niños", explica el vecino oleirense.

La jornada celebrada en Bastiagueiro ayudó a los pequeños a hacerse al mar. Los de menor edad disfrutaron con el kayak, gracias a la actividad desarrollada por los monitores aportados por la Fundación María José Jove. Los mayores hicieron surf, con una clase impartida por la escuela local Base Surf Camp. "Todos se lo pasaron estupendamente", celebra Bolibar.

Y después de las actividades, llegó la comida. El Concello cedió la Casa de Silva para la ocasión, y allí se reunieron más de 150 personas, entre niños y adultos. Los gaiteiros del grupo local Santalla amenizaron la sobremesa. Y todo, desde las actividades en el mar, hasta la comida y la música, fue ofrecido de forma altruista.

Los niños se llevan así un "muy buen recuerdo" de Oleiros gracias a una jornada en la que el mar de Bastiagueiro fue el gran escenario de fondo y en el que el buen tiempo, por suerte, acompañó a lo largo del día. "Estas cosas les dan la vida y las disfrutan para no olvidar", celebra el oleirense Alberto Bolibar.