Ya con canas y arrugas en el rostro, antiguos alumnos de la escuela de Figueiroa, en Abegondo, viven su particular vuelta al cole. Un mural con retratos actuales de 63 viejos estudiantes recordará el pasado educativo de la construcción, recién remodelada como local social y juvenil, y a algunos de los que poblaron sus aulas. Los artistas Suso Cubeiro y Manolo Gómez retrataron a los exalumnos que se prestaron a colaborar. Sus rostros se unieron para configurar el tronco de una recreación de la antigua higuera que había en el patio.

Las hojas del árbol rememoran la leyenda de los Figueroa, con profunda tradición en la zona. A través de ilusiones ópticas se adivinan entre las hojas las figuras de los protagonistas de la Batalla da Figueira. Integrado en un mural de 20 metros cuadrados, elaborado en gres porcelánico, el árbol comparte protagonismo con un recuerdo de la pizarra del colegio, en la que se ha inmortalizado el rostro de la fundadora del centro, la benefactora Javiera Armada Losada, quien impulsó en 1920 las instalaciones educativas, que tenían carácter gratuito.

El conjunto se ha ubicado en el patio de la escuela, donde los alumnos recibían clase siempre que el tiempo lo permitía. El proyecto para la recuperación de la antigua escuela Ave María del Niño Jesús de Figueiroa comenzó en 2011 con una primera fase en que se adaptó un espacio como local para los vecinos. La iniciativa acaba de concluir ahora con la rehabilitación de una segunda, renacida como local juvenil. En concreto, se han reservado para uso de los más jóvenes las naves laterales del inmueble.

El proyecto combina la memoria con importantes dosis de arte. El ilustrador Suso Cubeiro, con más de 50 libros ilustrados a sus espaldas, y el pintor y creador de películas de animación Manolo Gómez, productor de obras cinematográficas como El Bosque Animado o Sueño de una noche de San Juan, han sido los encargados de inmortalizar la vida de la desaparecida escuela. El lugar elegido para la cocción del mural tampoco desmerece el conjunto de la iniciativa. La obra se horneó a 1.300 grados centígrados en los talleres de Otero Regal, en Viveiro, cuya labor fue merecedora en 2011 del Premio Nacional de Artesanía.