Balbina Somorrostro abre su particular caja de la memoria histórica y esparce sobre la mesa del salón fotografías que conforman un collage en el que los recuerdos de comunión, bodas, bautizos conviven en armonía con retratos de su padre, represaliado del franquismo, en la prisión de Pamplona; de sus familiares emigrados a Cuba y de una infancia marcada por una guerra que con solo diez años le obligó, muy a su pesar, a tomar partido.

Esta mujer de 89 años aún se emociona al recordar su último encuentro con la maestra de Miño María Vázquez Suárez. Fue en el transcurso de una visita a su padre a la cárcel de Pontedeume. "Doña María estaba asomada a la ventana, cuando me vio empezó a mover las manos y me lanzó un beso. Un militar entró y la empujó, creo que la tiró. Ya no la volví a ver. La mataron al día siguiente. Saquearon su casa y quemaron todos los libros. Unos días después un falangista nos dijo, '¿veis estos zapatos manchados de sangre?, pues es la sangre de vuestra profesora, la maté yo mismo'. No olvidaré nunca sus palabras, me han despertado muchas veces de noche".

Balbina es capaz de pasarse tardes enteras perdida entre las instantáneas en blanco y negro, aunque admite que removerlas, en ocasiones, "duele". Le cuesta hablar de la contienda y la dictadura. No quiere, dice, reabrir antiguas heridas. Vive en un pueblo de menos de seis mil habitantes en el que las trincheras se levantaron casi puerta con puerta y ha aprendido a perdonar y a convivir, pero sin renunciar a la memoria.

Para pasar página, antes hay que escribirla. O leerla. Una lección que bien podría haber aprendido de María Vázquez Suárez. Maestra, socialista, defensora a ultranza de la enseñanza laica. Considerada la primera mujer que habló en público en Miño, fue fusilada en una playa de esta villa costera el 19 de agosto de 1936. La tarde de ayer recibió el homenaje del PSOE de Miño con motivo del Día de la Mujer. "Era muy amiga de mi padre que también fue apresado. Recuerdo que era muy guapa y buena, le cogieron rabia por eso", lamenta Balbina.

A ella le dio clases una maestra de la vieja escuela, Rosario, que vivía muy cerca de María. "Sus casas estaban casi frente a frente". Dos modelos de enseñanza antagónicos en frágil equilibrio puerta con puerta. "Mi maestra solo quería que fuésemos al catequismo, a mí me echó de clase porque mi padre era rojo", relata Balbina, que ayer recibió la visita mañanera de los socialistas Manuel Vázquez Faraldo y Catalina Morado.

Fue una sesión de café bañado por instantáneas en blanco y negro para recordar a una mujer que, en su corta estancia, dejó huella en Miño.

Hija de Joaquín y Andrea, María Vázquez Suárez nació en 1895 en una aldea de Sober. La familia se trasladó a A Coruña en 1921 y vivió a caballo de la ciudad y Miño desde que en 1929 la primogénita obtuvo la plaza de maestra en la villa marinera. La escuela ocupaba una estancia de la antigua Casa Consistorial, un pequeño habitáculo del segundo piso en el que María desplegó los postulados pedagógicos humanistas y laicistas de la II República. Compaginó la enseñanza con el compromiso político, volcado en la defensa de los derechos de la mujer. En 1932 alzó la voz y pronunció un discurso en un mitin socialista celebrado en Miño. Fue la primera mujer que habló en público en este municipio, resaltaban las crónicas. Balbina, Manolo y Catalina hojean el artículo Qué pouco vale unha mestra! de Juan Sobrino Ceballos y Manuel Domínguez Ferro. Se detienen en el relato de Ricardo Pérez Medín, que aseguró haber escuchado a unos guardias decir que la maestra increpó a sus asesinos cuando quisieron matarla por la espalda, que les plantó cara y les gritó: "cobardes, sed valientes y disparad de frente a una mujer".

Un relato que difícilmente se podrá confirmar. Lo que sí atestigua Balbina es el coraje y la generosidad de una maestra que, siendo ella una niña, le regaló un beso desde la cárcel horas antes de ser fusilada.