La primera noche que Fendetestas pasó en la mar Carlos Caramés no durmió nada. A las seis de la mañana ya estaba en pie, corriendo desde su casa en el Alto de Perillo a la dársena deportiva de Oza (A Coruña) para comprobar que seguía a flote. El hermoso velero lucía perfecto en el pantalán y Carlos se sintió feliz. La casi chatarra que había comprado en su día y en la que trabajó durante cinco largos años para reconstruirla a mano, pieza a pieza, en la huerta del vecino, se había convertido en una perfecta embarcación de recreo, lo que él siempre había soñado.

"Hace un mes que lo botamos al mar. Fue una gran preocupación porque no sabes si hay alguna junta mal sellada y puede entrar el agua. Pero al ver que estaba todo bien, fue una satisfacción", cuenta este vecino de Perillo, un hombre que nació al borde mismo del mar, en la zona de A Fábrica, y aunque la vida le llevó por el trabajo en tierra en un taller de curvados metálicos, el salitre y la brisa marina nunca desaparecieron de su corazón y les dio rienda suelta al jubilarse.

El Fendetestas, diez metros de eslora, palo de once y seis toneladas de peso, había sido llevado hace años en un camión con grúa hasta la huerta de Perillo, y hace unas semanas volvió a volar de nuevo por encima de una de las viviendas para partir a la mar.

"Ya salimos a navegar con la familia y amigos, fondeamos en Redes, es el mejor sitio, tan bonito, tan tranquilo... Llevamos unas tortillas... fue un gran momento", explica Caramés. Mientras elaboraba pieza a pieza este barco, construía el camarote, las habitaciones, hacía los perfiles, las barandillas, la impresionante cubierta, el mobiliario, instalaba los cabos, Carlos ya tenía todo preparado. Hacía años que se había sacado el carné de patrón y también había comprado ya el amarre.

Caramés tuvo que hacer de ingeniero y de ebanista para reconstruir el viejo barco, vacío por dentro, que un día descubrió en la marina seca de Sada y que adquirió por 7.000 euros. Hoy es una joya que destaca entre el resto de embarcaciones de Oza por su incomparable cubierta de roble americano. El interior es también espectacular, todo de madera: hay dos literas que hacen de sofá también, además de un gran dormitorio; cuenta con cocina, fregadero y nevera. Todo lo necesario para poder vivir en él.

"Los barcos que son reformados tienen que ser controlados por un inspector de buques. El que vino aquí no se creía que yo hubiese hecho todo esto, quedó alucinado, incluso dijo que los demás debían sentirse avergonzados de estar al lado de éste... Hombre, no es para tanto...", apunta con modestia este hombre que a sus 71 años cumplió su sueño, hace un mes, de navegar en su propio barco y con más mérito, en un barco prácticamente hecho con sus manos y sin tener ningún conocimiento de fabricación de barcos.

Caramés es un hombre que cuida mucho los pequeños detalles. Ideó una mesa plegable, pero la decoró con listones de distintas maderas y realizó un trabajo de taracea dibujando los puntos cardinales. La perfección y el valor de su trabajo se ve en detalles como las piezas que sujetan esa mesa: talló la madera hasta darle forma de dos manos. Ninguna pieza es simple, hasta el más pequeño trozo de madera ha sido trabajado, torneado. "A la madera hay que darle vida", apunta.

Los pequeños detalles que revalorizan aún más este velero se aprecian también en el casco, donde Caramés ha tallado y pintado una flecha amarilla sobre un listón de madera rodeando toda la cubierta. Este oleirense aún no ha dado por terminada la restauración de esta embarcación: quiere embellecer la zona del cuadro de luces, quiere disimular unos cables en el baño...

"A las ocho de la mañana ya estoy en pie. Desayunamos mi mujer y yo y después cada mochuelo a su olivo. Yo me voy al taller a enredar. Allí estoy desde que me he jubilado. También estoy en un grupo de música tradicional, Queiroa de Sada. Toco la gaita hace doce años", relata.

Para Carlos la inactividad es la muerte. Y ahora que prácticamente tiene su barco a su gusto, está construyendo instrumentos musicales para el grupo en el que toca. Ahora está con un tambor.