La lata está muy oxidada y solo son visibles unos números pero ningún nombre de la que fue fábrica de salazón de Santa Cruz y que estuvo ubicada en el solar del antiguo hotel y restaurante Maxi de Santa Cruz. "Mi cuñada trabajaba en la conservera y un día que fui a verla había una lata por allí tirada y la cogí. La tengo desde el año 1954 y nunca la abrí. Se borraron los dibujos y las letras. Nunca se me dio por tirarla", explica Ricardo Martínez, toda una institución en Santa Cruz porque todo el mundo le conoce y le aprecia, por su sociabilidad y afabilidad, su extraordinaria vitalidad, su alegría inagotable y un ánimo a prueba de bomba. Es el hombre que en su juventud "conocía todos los marcos de las fincas de aquí a Dexo" y al que aún hoy recurren para realizar las rutas de senderismo por los caminos más antiguos y desconocidos.

Ricardo Martínez, de 85 años, posee la que quizá sea la última lata de sardinas de la antigua conservera que existió en el solar del Maxi. En este terreno el médico de A Coruña Víctor Fernández abrió una primera fábrica de salazón de sardinas a principios del siglo XX. Luego, en la Guerra Civil, se transformó en un matadero, con un empresario llamado Osorio, y se realizaba conservas de carne que se enviaban al frente. Tras la guerra volvió a ser salazón, ya en manos del santanderino Maximiliano Bárcena, Maxi, un nombre que ha pervivido hasta hoy.

Este hombre años después decidió transformar la fábrica en restaurante, con salón de fiestas en la planta alta, que llegó a inaugurar el exministro y expresidente de la Xunta Manuel Fraga. Tras una reforma en 1971 abrió como hotel y estuvo en las mismas manos hasta 1981 (con la discoteca Osmik incluida) que pasó a una familia oleirense y que siguió funcionando como cafetería hasta 2006.

Miles de oleirenses y también vecinos de otros concellos de la comarca fueron a comer o a bailar al Maxi, allí se hacían las fiestas de Carnaval, las bodas, el Fin de Año. El restaurante siempre estaba lleno y fue un local de referencia en el área metropolitana durante muchos años. "Al Maxi tengo ido muchísimo, hacía muy buenas fiestas y había muchas buenas mozas. También a veces había alguna pelea y venía la Guardia Civil", cuenta Ricardo.

El proyecto del actual dueño del solar del viejo Maxi supondrá volver a conectar con la historia pasada de Santa Cruz. "Por un lado, ahora sin el edificio hay unas vistas que son una virguería, pero por otro, un negocio siempre da riqueza, hay que dar trabajo a la gente", opina este vecino de Santa Cruz.

Ricardo Martínez recuerda bien cómo era Santa Cruz en sus años mozos, donde solo "había una carretera y cuatro casas en O Repicho, que entonces se llamaba rúa do Mexo porque allí vaciaban las bacinillas", años de los que recuerda el lavadero al que iban las mujeres en el río que bordea el Maxi, el duro trabajo de recolección de algas para abonar la tierra, la primera tienda, la Casa de Amparo, el cine Capitol, el restaurante La Marina... "El trabajo entonces era muy duro pero con todo en Santa Cruz el mar era una riqueza, con él no pasabas hambre, cogías unos pulpos, unos erizos..."

"Yo trabajé cuarenta años en el aserradero Porto Blanco que había en Santa Cruz. Trabajábamos para Coca Cola, Fenosa, Aluminios... Recuerdo que con 24 años cobraba 25 pesos a la semana. Luego también trabajé en una pirotecnia e iba a muchos sitios de toda Galicia.

Ricardo Martínez no ha tenido una vida fácil, sabe lo que es enviudar pronto, perder a una hija y criar a una nieta, pero jamás deja de sonreír. Era un habitual en todas las rutas de senderismo que organizaba el Concello (y que ahora que está mejor de salud quiere retomar), acude con frecuencia al centro social y a las charlas en A Tribisqueira.

Pero este nativo de As Encrobas (Cerceda) pero vecino ya de toda la vida de Santa Cruz también se hizo famoso hace unos años cuando llegó a urgencias del centro de salud con su nariz dentro del enorme pico de un alcatraz de ocho metros de ala a ala. La sorpresa fue mayúscula de todo el personal por la rareza de que un alcatraz ataque en tierra, pero tiene su explicación.

"Yo iba por la calle y me cayó encima, me picó la nariz pero yo rápidamente lo agarré, le cogí las alas y así me fui al centro de salud. Salió en la prensa. Se había escapado del centro de recuperación de animales", narra divertido Ricardo, mientras enseña la fotografía en la que posa con el gigantesco alcatraz. La fuga de animales del centro de recuperación ya contó con otros episodios que dieron lugar a gran expectación en la localidad, como cuando se fugaron unos monos araña.

Ricardo hoy aún tira foguetes de vez en cuando, los fuegos artificiales que hizo por el cumpleaños de su bisnieta de cuatro, quien según confiesa, lo tiene "encamelado".