¿Qué ha pasado para que el alcalde de Miño amague ahora con la dimisión tras enrocarse seis meses en el sillón con el resto de la Corporación en contra? Es la pregunta que animaba ayer las tertulias de café vecinos de este pequeño pueblo rural que se ha acostumbrado a una situación política más que anómala: la de un alcalde que solo obtuvo el 6% de los votos y que se aferra al bastón de mando pese a carecer del apoyo de los dos grupos mayoritarios de la oposición (el PP le retiró el apoyo tras romper el pacto de gobierno que alcanzó a los pocos días de ser investido).

El órdago lanzado en el último pleno por el regidor Ricardo Sánchez Oroza de renunciar en 30 días hábiles a su cargo si no se forma un gobierno de mayoría ha cogido con el pie cambiado a sus rivales, que coincidían ayer en atribuir su ultimátum a un intento desesperado a salvar los muebles, de poner la venda antes de la herida, o lo que es lo mismo, de anticiparse a su desalojo por medio de una moción de censura que PP y PSOE ya tenían prácticamente cerrada y que pretendían presentar pasado el 20-D.

Socialistas y populares censuraban ayer que el mandatario apele ahora al "sagrado mandato de construir una mayoría de gobierno" tras enrocarse en la Alcaldía durante meses y llegar a defender que podía gobernar perfectamente él solo con el apoyo de los funcionarios. "Si quiere irse que se vaya, ¿por qué no se va ya?", se pregunta el socialista Manuel Vázquez Faraldo, que está convencido de que esta "dimisión en diferido" es una "maniobra" para intentar alcanzar un acuerdo con algunas de las dos fuerzas y conservar la Alcaldía, un paso atrás para tomar impulso. El PSOE incide en que ya tienen un preacuerdo de gobierno con los populares y que "confían en la palabra dada".

El órdago de Oroza, sin embargo, apunta a la línea de flotación de un pacto PP y PSOE que ambas fuerzas justificaban precisamente en la necesidad destronar a un alcalde sin apoyos que se aferraba al poder.

El regidor era conocedor de las negociaciones entre PP y PSOE para desbancarle. Populares y socialistas no solo no las ocultaron sino que hicieron gala de una inusual sintonía en los últimos plenos, en los que impusieron sus propuestas y evidenciaron la total soledad de Oroza. Que el alcalde se muestre dispuesto a permitir el gobierno de la lista más votada -el PSOE- tras negarse hasta ahora a dar un paso atrás ha sido acogido con escepticismo por la oposición.

Más allá de conjeturas, lo cierto es que con este órdago Oroza vuelve a hacer valer su papel de llave y lanza un doble mensaje. De una parte, el regidor parece pretender desactivar la moción de censura al abrir ahora la puerta a un gobierno en minoría del PSOE y, de otra se ofrece a un acuerdo con alguno de los dos grupos, empatados en concejales (6 y 6).

Los socialistas dejaban claro ayer que siguen adelante con la moción de censura con el PP y que, en ningún caso pactarían con Oroza por "la poca credibilidad que le merece". El PSOE recuerda que el alcalde, que hasta hace menos de un año militaba en sus filas, se presentó a las elecciones como la "única alternativa de izquierdas" y no tuvo reparos en suscribir un pacto con el PP. No fue el único golpe de timón que le afean los socialistas, que recuerdan que tras justificar el acuerdo con la derecha por la necesidad de un gobierno estable, rompió el pacto y defendió que podía gobernar perfectamente él solo.

Los socialistas siguen adelante con la moción de censura con el PP y argumentan que ya no les sería posible gobernar en minoría porque estarían sometidos al "chantaje" de Sánchez. El PP se muestra más ambiguo. Admite que hay un principio de acuerdo con el PSOE, pero no cierra la puerta a un acuerdo con Sánchez. La partida sigue abierta.