"En la víspera de San Juan, después de ponerse el sol, se iba a la fuente a lavar la cara con el agua y se secaba con un paño que luego se ataba en las ramas de los arbustos que crecen junto al caño. El que no iba de víspera tenía que ir al amanecer, pero antes de que saliese el sol", relata María Aniceta Calviño, vecina de la parroquia de Cuíña en Oza-Cesuras. Así recuerda esta mujer de 98 años la Romería de San Xoán da Rosa, en Bendrade, que se celebra desde hace muchos años en esta localidad y que de nuevo se repetirá la semana que viene. Es una de las tradiciones más singulares de la comarca alrededor de la mágica noche de San Juan.

A esta romería acudían hace muchos años numerosas familias y muchos aprovechaban para lavarse con el agua de esta fuente porque la tradición dice que tiene propiedades curativas para la piel, sobre todo contra la rosácea, de ahí el nombre de Romería de San Xoán da Rosa de Bendrade. Los que no cumplían el rito del paño atado en las ramas del árbol recogían agua en la fuente y la llevaban para casa (siempre entre la puesta y la salida del sol en la madrugada del día de San Juan) para dejar reposar en ella el fiuncho (hinojo) y la hierba de Santa María y lavarse la cara con ella a la mañana siguiente.

"Las familias iban a la misa en la capilla y después comían en el campo. Por la noche era el baile. La comida la hacía cada uno con lo que podía. Tortilla, carne de cerdo, y vino, que no podía faltar", recuerda Aniceta Calviño, que reside en el lugar de Callobre aunque ella nació en 1918 en Limiñón (Abegondo).

En la actualidad esta romería se sigue celebrando aunque se realiza solo la misa en la capilla y el baile. Los vecinos también cumplen con la tradición de acudir a la fuente y atar el paño a una rama, creando una curiosa imagen de árboles y arbustos blancos. El manantial es una sencilla fuente con dos caños metálicos situada a los pies de la capilla, después de bajar varias escaleras que salvan el desnivel del terreno.

Un festejo semejante se celebra en el municipio de Malpica, con motivo del san Adrián que tiene lugar hoy mismo. Los vecinos peregrinan desde el centro urbano hasta la ermita, situada encima de un acantilado frente a las islas Sisargas, y allí también lavan la cara en la fuente que está a sus pies y cuelgan después los pañuelos en las ramas de un árbol. Dicen que el agua de este manantial elimina las arrugas.