Audrey Hepburn y George Peppard en Desayuno con Diamantes; John Wayne y Maureen O'Hara en El Hombre Tranquilo; Ryan Goslin y Rachel McAdams en El diario de Noah; o Scarlett Johansson y Jonathan Rhys Meyers en Match Point... En películas como éstas los protagonistas descubrían su amor bajo una lluvia torrencial. En A Coruña, Ricardo Mourelle y Manuela Méndez fueron sorprendidos por un intenso chaparrón en los años sesenta, él le prestó su chaqueta para que no se empapara y ella, al despiste, le anotó su dirección con lápiz de ojos en un papel que le guardó en el bolsillo porque se iba al día siguiente a su casa en Noia. Cuatro años después estaban casados y ayer renovaron sus votos, volvieron a casarse en sus bodas de oro en un emotivo acto que se celebró en la residencia pública de mayores de Oleiros donde viven.

Todo el personal de la residencia se implicó para que fuera un día inolvidable y además de la celebración de las bodas de hora se festejó también un centenario, el de María García. El párroco de Oleiros y capellán de la residencia, Guillermo Taboada, ofició la misa y boda, que incluyó el intercambio de anillos entre unos Ricardo y Manuela vestidos de gala, ella con su ramo de rosas (procedentes del jardín del centro) como cualquier novia. El médico del centro y una trabajadora social actuaron como padrinos.

"Nos emocionó a todos. Ricardo y Manuela son la chispa de la residencia, un matrimonio que después de tantos años muestran un amor... A ellos les ha hecho mucha ilusión y a los trabajadores también", destacaba ayer una trabajadora. Las familias de los novios y la centenaria acudieron a este día especial, en el que no faltó una la música, con el joven cantante Hugo Torreiro, además de la actuación del grupo de baile y gaitas Santaia de Santa Cruz.

María García, natural de Miño, cumple hoy los 100 años y exhibe mucha vitalidad. En el acto de ayer se hizo un repaso de su vida, y se destacó lo que le ha enseñado a sus dos nietas, como calcetar y coser, atarse los cordones de los zapatos, saber la hora con un reloj de agujas...

Ella cosió desde niña de casa en casa y llevaba su máquina Singer sobre la cabeza. A sus nietas también les contagió su gusto por los trenes. Las llevaba a la estación para ver salir el expreso de las seis de la tarde con destino a Madrid.

Su vida tampoco fue fácil. Perdió un hijo siendo muy pequeño y crió a otro sola, porque su marido tuvo que emigrar a Venezuela para trabajar, para ahorrar y construir después su casa familiar en Ferrol.

Ricardo Mourelle, natural de Negreira, estaba en una pensión en la Falperra en A Coruña por motivos de Trabajo en 1962, al igual que Manuela Méndez que estaba con su madre y su hermano porque éste último iba a embarcar en el puerto de A Coruña. Esa noche todos en la pensión fueron a una verbena en la avenida de Finisterre y Manuela y Ricardo bailaron. Al día siguiente fueron al cine Ciudad a ver una de Cantinflas y al salir, surgió la lluvia y el amor.

Se escribieron cartas durante cuatro años y en ese tiempo solo se vieron media docena de veces, él viajando en bicicleta desde Negreira a Noia. Se casaron un 18 de julio en una ceremonia en la que aún recuerdan que todos lloraron. Ella, años después, le confesó que bailaba fatal. Pero no era lo más importante. Tienen dos nietos, de 12 y 4 años.

Tanto el matrimonio como la centenaria recibieron diplomas y también regalos, flores y marcos con fotografías, en recuerdo de la feliz jornada de ayer, en la que participaron trabajadores, usuarios y familiares. Al acto en esta residencia de la Xunta que dirige Constantino Piñeiro acudió también el delegado provincial Diego Calvo.