Lorena Someso logró dejar de fumar hace tres años. Carmen López no necesitó un psicólogo como le recomendaban al quedarse viuda. Azucena Barros pasó de las clases de fisioterapia y se siente mejor que nunca. Para Pili Álvarez es una terapia y a Begoña del Río le da "media vida". Todas estas conquistas personales las han alcanzado sin ninguna receta médica, solo acudiendo a las clases de labores convertidas en tertulia de calceta que tienen lugar en la tienda Punto y Seguido de Santa Cruz, un lugar donde todos los que entran salen más sanos, más relajados, más alegres... y con piezas únicas y artesanales de ganchillo, calceta, costura, punto de cruz, encaje de bolillos o encaje de horquilla.

"Nos debía subvencionar el Ayuntamiento por esta labor de terapia de grupo de hacemos", cuenta con muy buen humor Begoña del Río, profesora de labores y propietaria del comercio que es capaz de despachar un ovillo de lana a una clienta en la caja mientras a dos metros de distancia advierte a una alumna que ha metido la aguja de calceta por debajo del punto en lugar de por encima.

A media tarde las clases de labores se paran unos minutos, se pone la cafetera y se sacan las pastas y estas mujeres fuertes, creativas, alegres, fraternales y sanas, charlan de todo, aunque con una norma: "Ni religión ni política ni hablar mal de nadie", subraya Begoña.

"A mí con ocho años me enseñó ganchillo mi abuela y luego yo aprendí calceta sola, viendo revistas, y me apasionó. Luego tuve un hijo y estuve un tiempo sin hacer nada, monté una tintorería y luego cogí esta tienda y aquí vengo feliz a trabajar todos los días. Si me quitan esto, me quitan media vida. Aquí vendo lanas e hilos, pero también se hacen arreglos de costura y piezas de encargo y sigo con trabajos de tintorería y además doy clases de labores", cuenta Begoña.

El horario de las clases es totalmente flexible, las alumnas llegan cuando quieren y están el tiempo que quieren. "Charlamos, contamos nuestras penas y alegrías... más que una clase es una terapia de grupo", apunta Carmen López, una madrileña que reside en Perillo. "Yo quedé viuda hace poco y mi familia me decía que debía de ir al psicólogo pero para mí esto es mejor, es una válvula de escape, me deja más tranquila, serena, me quita agresividad...", relata esta mujer que ya hace piezas tan impresionantes y profesionales que arrasa en Wallapop.

"Lo único malo es que es muy vicioso, luego llegas a casa y tienes un rato libre y dices bueno, voy a hacer un poquito, y luego sigues otro poquito... Y también te come mucho la vista. Pero a mí me encanta. Es también salir de casa, desconectar, aquí haces vida social, tienes unas horas en las que te olvidas de todo, tomas tu cafetín...", apunta Azucena Barros, vecina de Lorbé que lleva dos años en estas clases de labores. Al igual que la mayoría, sabía algo de labores, que normalmente enseñan las madres, pero lo dejó tras tener a los niños y ahora lo retomó.

Lorena Someso, de Santa Cruz, es una excepción. Hasta hace tres años no sabía ni coger las agujas de calceta. "Dejé de fumar y necesitaba hacer algo con las manos para entretenerme y me metí en esto y ahora se lo recomiendo a todo el mundo. Estoy muy a gusto con estas compañeras. Me gusta la calceta y el ganchillo, he hecho una bata a mi hermana, una manta a mi abuela, chalecos, cojines para mis perros...".

En este local junto a los preciosos ovillos de lana se almacenan también ejemplares de la clásica e imprescindible revista Katia. Este club de labores tiene hasta mascota: Bruno, un bulldog francés que también ha asistido a muchas clases de calceta.

"Para todas nosotras es una terapia. Yo hacía años que no calcetaba, desde que mis hijos eran pequeños, me había enseñado mi madre lo básico. Aquí lo pasas muy bien, hago cosas para mis nietos. Si paso algunos días sin venir aquí, ya tengo mono", asegura Pili Álvarez, vecina de Veigue (Sada) que lleva casi tres años en esta "terapia de calceta".

Aumento de la creatividad, mejora de la concentración y la memoria, reducción del estrés, aumento de la autoestima, reducción de determinadas conductas como fumar o morderse las uñas... Son muchos los beneficios que según muchos estudios aportan trabajos artesanales como la calceta, el ganchillo o el encaje. Y cada vez hay más interés en estas actividades.

Una de las alumnas, Vanesa Zas de Santa Cruz, se incorpora a media mañana a la clase y cuenta que apenas lleva unos meses. "Empecé antes del verano y muy bien, me divierto mucho, hago vida social. Hacía años que quería hacerlo pero no tenía tiempo. Ahora estoy haciendo una bufanda y un gorro para Reyes a mi hermano y mi cuñada".

"Pero aún hay que perder la vergüenza. Yo siempre llevo una labor en el bolso, la saco en el bus o la sala de espera y la gente me mira mal, hay, mira la abuelita... Lo que tienen es envidia", explica Begoña, quien muestra la espectacular mantita de cuadrados de colores unidos, hecha a ganchillo, que tejió en el Hospital Universitario de A Coruña mientras estuvo ingresada su madre.

"Es más caro hacer un jersey tú que comprarlo en el Primark, pero la calidad del tejido, y el hacerlo como tú quieres y que sea una prenda única, no tiene precio", sentencia Lorena.